Presentación

Bien, voy a empezar presentándome y a explicar el por qué de este blog.

Soy Claudia, 17 años, estudiante y aficionada a escribir en ratos libres. Me gusta escribir, pues siempre me ha ayudado a desarrollar mi imaginación, mi capacidad de redacción y en general, a crear sinopsis, entre otros. Llevo exclusivamente en esta novela cuatro años. He investigado todo lo que he podido (Y sigo en ello) acerca de la ambientación de la historia ya que es cien por cien real, exceptuando lo que es "la vida" de la protagonista, los personajes y sus vidas particulares. Al ser uno de los hechos históricos más relevantes del mundo, decidí ambientarme en esta época por la cantidad de mensajes que es capaz de transmitirnos. Me resulta interesante y a la vez, alentador.
Empecé con esto hace ya tiempo, como anteriormente he mencionado, pero sólo con un objetivo: el terapéutico. Me ayuda a evadirme ya que mi creatividad es un rasgo característico en mí. Era privado, sólo lo leía yo, hasta que no hace mucho, una amiga empezó a leerlo: llevaba sólo unas 20 páginas, pero le encantó. En busca de nuevas propuestas y opiniones fui pidiendo consejos e ideas a mis amigos y conocidos, que me ayudaron y recibieron con buena crítica la novela en proceso.
Como quiero seguir adelante con esto, necesito un apoyo más grande, es decir: lectores. Ahí es donde entráis vosotros. Espero que disfrutéis, gracias :)
Nota: Este es un borrador, así que habrán fallos de escritura y el texto está sin pulir así que espero que lo entendáis. Voy poco a poco reformando partes y corrigiendo pero es algo costoso y tardaré un tiempo en completarlo. Gracias por vuestra compresión!

domingo, 14 de septiembre de 2014

Peso muerto, peso eliminado

Capítulo 4
“Peso muerto, peso eliminado.”
A la mañana siguiente Dana me despierta:
-Vamos, Diana, arriba. Llegaremos tarde.
-¿Pero qué co...?
-Vístete, tenemos que ir a clase ya.
-No pienso moverme. Tengo sueño.-Bostezo y cierro de nuevo los ojos.
-¡Diana! La última vez que alguien llegó tarde a la escuela tuvo que copiar 100 veces:
“¡Mi Fürher!
Te conozco bien y te quiero como a mi madre y a mi padre.
Te obedeceré siempre como hago con mi padre y mi madre.
Y cuando crezca, te ayudaré como ayudo a mi padre y a mi madre.
Y estarás satisfecho conmigo.”
-Pues que les den. Yo seguiré durmiendo.
Entonces alguien tira de la sábana.
-Hija, sal de la cama o tendré que obligarte.-Es Helen.
-Pero...-Bostezo.-¿Por qué..? Tengo... sueño...
Cuando me espabilo un poco me levanto, me visto y me peino, recogiéndome el pelo con un
coletero, pero me dejo un mechón rubio suelto. Cuando bajo, Trude, Astrid y Dana me esperan.
Desayuno rápido y salgo aún masticando una galleta.
-Tenemos alemán, y la señora Geier es muy estricta con el horario.-Señala Astrid.
-¿Estás mejor, Diana?-Pregunta Trude.
-Sí, ya no me duele, y parece que se está secando.
Seguimos andando, mientras ellas comentan que pronto tendremos una excursión a las afueras y
cosas por el estilo. Cuando llegamos observo la gran fachada del edificio, y una verja separa la calle
con el patio exterior. Las alumnas van entrando, y nosotras subimos por unas escaleras hasta llegar a
un aula llena de estudiantes. A ambos lados de la pizarra se encuentran dos banderas con el símbolo
del III Reich, y una mujer esbelta, con mirada severa y aspecto rígido, espera a que todas ocupemos
nuestros pupitres. Cuando nos sentamos, Astrid se dirige hacia la profesora, y le susurra algo al
oído; inmediatamente, empieza a decir:
-Niñas, silencio. Hoy tenemos una nueva alumna. Levántese, por favor.-Entonces me levanto, y
continúa diciendo:-¿Puede presentarse?
-Soy Diana Weiss, tengo catorce años y vengo de München.
-Vaya, excelente ciudad. Bien, pues, ¿Por qué no comienza la clase recitando el poema “La sangre
es sagrada y sacrosanta”?-Entonces lo digo, más o menos, como cualquiera chica que hubiera ido a
la escuela desde pequeña. Tras ello, me hace un gesto para que me siente, y empieza la lección.
Después de haber hecho un dictado, dos soldados entran por la puerta.
-Heil Hitler. ¿Quién es?-Pregunta uno de ellos.-La maestra señala a una de las niñas del aula, y acto
seguido se la llevan. Ella opone resistencia, pero los soldados son tan fuertes que parece que cogen
una mariposa en vez de a una chica enrabietada. Entonces le pregunto a Trude la razón por la que se
la llevan. “Tuvo un accidente la semana pasada y no puede oír. Se la han llevado detenida.”
No puedo evitar llevarme las manos a la cabeza y tensarme. Oigo cómo unas chicas lloran,
seguramente la conocían, o incluso eran sus amigas. El golpe que hace la profesora sobre la mesa
me produce un respingo. La miro, y veo lo furiosa que está.
-¿Pero es que no lo entendéis? No sollozes como una cría, Jana. ¿Acaso no os acordáis de lo que os
decían en el colegio de infantil?.-Jana asiente y se limpia las lágrimas.-Vamos, si te lo sabes, haz el
favor de compartirlo con nosotras.-Su rabia sigue en la mirada de la mujer, que provoca que la chica
se incomode, aunque, al final, habla.
-Un día a principios de invierno, las cigüeñas se preparaban para emigrar, cuando unos padres
observan que uno de sus polluelos tiene dificultades para volar. El padre cigüeña decide dejar al
pequeño, cosa que las otras aves ven extraño. Entonces el padre dice a los demás: “Si acarreamos
con la responsabilidad de llevárnoslo, iremos más lentos y el frío nos alcanzará. Debemos sacrificar
a quienes no pueden aportar nada al grupo, porque, si no, el balance será negativo.” La conclusión
es que, los débiles no tienen sitio, porque entorpecerían la nación. Si queremos ser fuertes y
poderosos, aquellos que no tienen plenas facultades para conseguir dicho objetivo deben ser
eliminados. El peso muerto sólo trae problemas.
-Muy bien, excelente, señorita Jana. Para mañana, vais a hacer una redacción sobre este tema: “La
revolución nacionalista como comienzo de una nueva era.” De 200 palabras mínimo.
Después hace el saludo alemán, y le respondemos con el mismo. La clase de geografía es aburrida,
pues la profesora no cesaba de decir cosas como que Asia es una tierra llena de riquezas a las que
Alemania debe tener en su poder o que la extensión de tierra conquistada por el ejército es tan
grande como otros países que en su tiempo fueron realmente poderosos y antiguos. Sin duda, el
reloj me triciona. “Vas demasiado lento” Pienso, una y otra vez. Después salimos al patio, ya que
tenemos descanso. Todas están en círculo alrededor de Jana cuando Dana y yo nos acercamos.
-Mis tíos ya sabían que iba a pasar, pero nunca ninguno de nosotros nos habíamos hecho la idea. Mi
prima no hizo nada malo... Nisiquiera me he podido despedir de ella...-Y vuelve a sollozar como
cuando estábamos en clase. Dos amigas suyas la abrazan, y no puedo evitar mirarla con cara
penosa. Pobrecita. La entiendo, yo nunca pude despedirme ni de mi padre ni de mi madre. Tras un
par de clases más, terminamos y, por fin, salimos. Verme en la calle sin ningún tipo de restricciones
es realmente liberal, ya que las profesoras no han dejado de llamarnos la atención. En especial a mí.
Menudo recibimiento. Estamos casi a medio camino cuando Astrid se acerca a mí.

-Hola. ¿Cómo te ha parecido todo?-Quiero ser sincera, pero si le dijera lo que pienso, la asustaría.
-Diferente.
-Ya, ya... Bueno, no es lo mismo esto que estar en casa todo el día, ¿No crees?.-Pero bueno, ni que
yo estuviera en la gloria mientras pasaba hambre, o haciéndoles recados a los negocios mientras
cobraba una miseria. En fin.-Quería decirte que anoche te oí subir escaleras arriba.
-¿Y?
-Pues que me pareció que subistes para darle las buenas noches a Bruno. Bastian me dijo que
preguntaste dónde estaba su habitación.-Entonces una sonrisa se dibuja en su cara, pero algo se la
borra cuando ve mi expresión. -Vamos, no te pongas así, era sólo una bromita de nada.
-Tenía asuntos pendientes.-Ella no parece entenderlo.-Dinero.
-Ah, bueno, entonces bien.

Al llegar, estoy muerta de hambre. Nos sentamos todos alrededor de la gran mesa, unos hablando,
otros comiendo y otros, que creo que soy únicamente yo, mirando al vacío. La comida se pasa
rápida, y luego subo hasta mi cuarto. Como estoy sola, me atrevo a sacar el libro que encontré, pero
para mi desgracia, no está.
Bajo por las escaleras casi corriendo y llego hasta Helen. Tras hacerle un par de preguntas me dice
que, mientras limpiaba esta mañana, vió un libro y lo devolvió a la biblioteca. Menos mal que no se
dió cuenta de su verdadero origen. Subo hasta la biblioteca y empiezo a buscar entre las estanterías.
Pasa un buen rato cuando decido rendirme. No lo encuentro por ninguna parte. No tenía que haber
cogido ese libro... si alguien se entera... esque soy estúpida. Estoy tan furiosa que no puedo evitar
darle una patada a la pared. Pero la he roto. Maravilloso. El recubrimiento de madera de la pared
está hecho trizas, aunque el agujero tiene forma de cuadrado... Al meter la mano palpo un objeto, así
que lo agarro y lo saco afuera. Está lleno de polvo, pero aun así se ve que es una caja, y muy
antigua, al parecer. La abro y encuentro el pomo de una puerta, oxidado y desgastado por el tiempo.
Que cosa más estúpida para guardar en una caja; ya podía contener dinero o joyas. O una nota
siquiera. Lo saco y lo abrillanto con la manga de mi jersey. ¿Quién guardó esto en el hueco de una
pared? ¿Por qué? Tuvo que ser algo muy importante como para esconderlo de esa forma. Meto el
pomo en la caja y me la llevo a la habitación. Allí la guardo en mi bolsa de cuero, y voy al baño a
limpiarme la herida de la mano. Está casi curada, pero aún me escuece un poco. Me acuerdo de que
tengo que hacer la redacción esa, y bajo al jardín con papel y bolígrafo. Al cabo de un tiempo no
parece surgir mi inspiración sobre el Holocausto o la guerra, así que cierro los ojos e intento pensar
en algo que me haga escapar de tanto cambio. Casi me parece oír a mi madre tocar el piano, la brisa
en esos días de verano con el Padre Patrick y tardes con mis amigos del vecindario. No me despedí
de ellos porque no me gusta decirle adiós a nadie. Abro mi medallón y contemplo las fotos. La plata
está helada y por primera vez me fijo en una pequeña inscripcción en la parte trasera de la joya.
“Liebe stirbt nie“ Sí, yo también deseo que el amor nunca muera.
-Diana, te estaba buscando. ¿Dónte te habías metido?
-He estado aquí todo el rato, Astrid.
-Isabelle me ha dicho que vayas a la farmacia que está al lado de la oficina de correos.
-¿Está donde la herbolería?
-Sí, la farmacia también es herbolería.-Aclara.
-¿Qué debo comprar?
-Paracetamol. Jörg tiene mucha fiebre...
-Voy enseguida.
Voy tan rápido como puedo hasta la farmacia, y aunque me detengo un par de veces, indecisa por
qué dirección tomar, llego sin precisar de indicación alguna. Compro el medicamento con el dinero
que me ha dado Astrid y regreso casi sin aliento. Subo hasta la habitación y veo la escena:
Un señor, que deduzco que es el médico, oscultando al pequeño Jörg tendido en la cama, delirando,
y Helen con paños de agua fría para intentar bajarle la fiebre. Su rostro se le ilumina cuando me ve
llegar con la medicina en la mano y se acerca.
-¿Qué ha pasado?
-Esta mañana no se encontraba muy bien. No le di importancia porque sólo parecía cansado, pero
los demás me dijeron que no había bajado a comer y subí a ver cómo se encontraba. Estaba sudando
y su frente ardía como una plancha de vapor. Se puso pálido y llamamos al médico. Estamos casi
toda la tarde así.-Le entrego el paracetamol y salgo por la puerta. Espero que se ponga bien.
Han pasado los días, y para mí se ha hecho una rutina vivir aquí. Ya conozco tanto a los niños del
orfanato como a mis compañeras de clase. Jörg mejoró, pues al parecer era un poco de gripe. El
colegio me es aburrido, y ya estrecho lazos con casi todos. Conozco ya la mayor parte de la ciudad,
y a los vecinos del barrio. Tengo noticias del padre Patrick, y hace poco recibí una carta de mi
hermano en la que me cuenta que ha ingresado en una napola a dos horas en tren de aquí. El señor
Bayer parece tener los contactos y el respeto suficiente como para hacer que aceptaran a mi
hermano fuera de los plazos de inscripcción. En general, los sucesos acontecidos anteriormente no
han tenido precedentes, al menos, hasta ahora.

Cuando abro la puerta apenas lo reconozco. Viste un uniforme negro con botones y correas. En su
brazo lleva la banda roja con el símbolo en el centro que lo distingue de cualquier joven en proceso
de formación. Las napolas no son cualquier cosa, son escuelas de élite, academias para verdaderos
dirigentes y altos mandatarios del ejército. Está más sano y descansado de lo habitual, y fuerte,
sobretodo fuerte. En tan sólo unas semanas ha cambiado tanto...
-Feliz cumpleaños, hermanita.-Y me abraza. No hay nada como tenerlo cerca de mí nuevamente. Es
el mejor regalo que puedo esperar.
-No esperaba que... me alegro tanto de verte.-No puedo evitar sonreír como una chiquilla.
-Bertram me ha dejado salir. Ahora se ha ido a terminar unos asuntos pendientes. Volverá cuando
tenga que marcharme. Pero vamos, tienes que contarme muchas cosas, y yo también.
Vamos hacia el vestíbulo en donde nos encontramos a Helen, que nos prepara, como es costumbre,
un té. Últimamente anda un tanto ocupada debido a la inminente boda de Isabelle, pues la chica no
pasa mucho tiempo aquí mientras elige el vestido de novia y muchos otros detalles, pero nos ha
prometido a todos que iremos al evento sin falta. La mayoría parecen entusiasmados, aunque, en lo
que a mí respecta, no es que me importe mucho, pero eso no quita de que no me alegre por ellos.
-¿Qué tal por aquí?-Pregunta.
-Bien. Voy a clase, pero tampoco es que me entusiasme mucho la idea. En cuanto a lo demás, me
voy adaptando. ¿Y tú?
-Bien.
-Vamos, Peter. Sabes que no me gusta que vayas a una napola. Eso es...
-Mi deber. Las cosas allí son duras, muy disciplinarias. Aprendemos cada día más de lo que
podemos aspirar y bueno, se vive bien en lo que respecta a lo básico.
-Sabes que los plazos de admisión son en otoño.
-Bertram me llevó allí nada mas dejarte. Convenció a los dirigentes de la napola de que era un
modélico ario, atlético y rígido.
-Por muy modélico y perfecto que seas, jamás dejarás de ser mi hermano. Dudo que un simple
funcionario pueda convencer a esos de que te aceptaran.
-No llames así a mis superiores, Diana.
-Sí. Sí los llamo así. Si tienes algún problema, cuéntaselo a ellos.-Me estoy irritando bastante. No
esperaba que esto fuera así. Está demasiado extraño, demasiado... patriótico. Mi hermano supira,
exasperado, y se lleva las manos a la frente.
-Toma.-Saca de su bolsillo una cajita y me la da.-Es para tí.-Acepto el objeto y lo abro. Dentro de la
cajita hay un frasco pequeñísimo.
-¿Qué es?
-Esencia de canela. Un compañero de la napola es hijo del dueño de una empresa de perfumes y
cremas que las mujeres tanto compráis. Le conté que no sabía qué regalarte, así que me lo dió.
-Gracias.-Entonces aparece Astrid con un enorme cuadro al que le cuesta mover. Es ese del
atardecer en las crecanías de la ciudad. A Peter le parece impresionar, pero mi amiga apenas se da
cuenta de nuestra presencia.
-Astrid, ¿Quieres que te ayudemos?-Entonces deja el cuadro en el suelo y nos mira.
-Sí, por favor.-La ayudamos a colocarlo en la pared, y la verdad es que queda precioso.
-Es muy bonito. ¿De qué artista es?-Pregunta.
-Es un Astrid Rohde auténtico.-Responde.-No me suenas ¿Quién eres?
-Es mi hermano, Peter. Ha venido de visita.
-Vaya, encantada. Soy Astrid.-Responde, y ambos se estrechan la mano.
-Lo mismo digo. Tu cuadro es maravilloso, de verdad. En la napola solemos tener algún cuadro de
este tipo. Estoy aquí por el cumpleaños de Diana.-Entonces le miro con ojos entrecerrados. Sabe
que odio que digan que es mi cumpleaños. Básicamente, no me gustan las fiestas, las celebraciones
o cualquier evento similar.
-¿Qué? ¿Es tu cumpleaños y no me has dicho nada? Mira que eres tonta. Cumplir los quince es muy
importante ¿Sabes?
-Vamos, Astrid, déjalo.
-No me seas modesta, señorita. Esos feos no se hacen.-Hace una pausa, y añade.-Tengo que irme.
Me he dejado... las pinturas abiertas.-Y sale apresurada de la sala.
Mas tarde salimos a la calle. Es un día borroso y vago. Las aves vuelan en numerosas bandadas de
un lado a otro, surcando el cielo gris lleno de nubes apretadas, tapando el sol, obligándolo a
esconderse. Hay mucha humedad en el ambiente, casi podría decir que es pegajosa y se cala en los
huesos de una manera incómoda. La gente de nuestro alrededor me mira con ojos extraños, cotillas,
curiosos e incluso, percibo una chispa temor. Quizás sea porque creen que me he metido en algún
lío y un soldado, que en este caso es mi hermano, ha venido a llevarme con él. No dudo que lo
confundan, pues parece tan solemne y disciplinado con esa vestimenta, que sólo le hace falta
empuñar un arma para pertenecer al frente. Lógicamente, no lleva uniforme de guerra, ni de
soldado, pero sí de un camarada de élite, y es casi del mismo estilo, sólo que más lujosa y
condecorada. Damos una vuelta, hablamos, andamos y callamos, así continuamente, y cuando está a
punto de anochecer, regresamos.

Vemos un coche en frente del edificio, y al abrir la puerta, mis sospechas se confirman; nos
encontramos al señor Bayer, mirando su relojito, y nada más vernos se apresura de manera nerviosa
a despedirse de Helen, con quien estaba hablando. Me despido de ellos y vuelvo a preguntarme
cuánto tiempo pasará hasta que lo vea de nuevo.
Es casi bien entrada la noche cuando bajo los escalones hacia el comedor en busca de algo de
comer. Es demasiado tarde para la cena, aunque sé que debo probar algo. Está todo demasiado
silencioso. Sospechosamente...
-¡Felicidades Diana!-gritan a coro. Todos están reunidos en el comedor, querían darme una sorpresa.
No puedo evitar ruborizarme un poco por la emoción, menuda estúpida estoy hecha. Apenas doy
unos pasos y Helen se acerca a darme un abrazo junto con el pequeño Jörg, que me regala uno de
sus caramelos.
-Ha sido idea de Astrid. Nos contó que como era tu primer aniversario aquí merecías algo a la
altura.-Aclara.
-No hacía falta, de verdad. No estoy acostumbrada a estas cosas...-Ella sonríe y vamos hacia la
mesa, en la que están los demás, y recibo sus felicitaciones. Pero mi amiga no aparece. Le pregunto
a Dana, pero tampoco sabe nada. Entonces, aparece con una caja entre los brazos. Parece saber
perfectamente que no quería fiestas, porque nada más verme, dice:
-¡Diana! ¿De verdad creías que te escaparías? Toma. Esto es para tí. Espero que te guste.-Y me
extiende la caja hacia mí, mientras ríe. Cuando la cojo algo se mueve en su interior, y la miro,
desconcertada.
-Tranquila, hombre. Sólo ábrela.-La pongo encima de la mesa mientras todos me miran con cara de
curiosidad. Al abrir la caja un par de ojitos verdes se clavan en mí.
-Es precioso, ¿verdad? Estaba perdido por la calle, tendrá un mes como mucho. Habrá perdido a su
madre.-Entonces cojo al gato, lo alzo y los niños más pequeños no pueden evitar acercarse para
acariciarlo. Es muy bonito, sí. Tiene el pelo negro exceptuando una parte de la pata derecha, que es
blanca.
-Me gusta mucho. Gracias, de verdad.
-Lo sabía. Tienes pinta de gustarte los gatos.
-Tenía uno. En mi casa. Sé como cuidarlos, lo trataré muy bien.-Luego nos sentamos y cenamos, a
pesar de ser noche cerrada. Aún no sé como lo llamaré. Dejaré que alguien elija por mí, como suele
pasar en la mayoría de las decisiones que se me plantean en la vida. Después de escuchar a Bastian
tocar la guitarra, todos nos vamos a dormir.  
Cuando llego a mi cuarto, me encuentro a Dana con mi gato, al que aún no le he puesto nombre. Como si ella me leyese la mente, dice:

-Es precioso. Podrías llamarlo Scott... Ay, no sé.
-Como quieras. Yo, sinceramente, no tengo muy buena imaginación para adjudicar nombres a gatos.
-Brrrr... Diana, alégrate un poco. ¿Qué ocurre?
-¿Yo? Nada.Voy a por una cesta para el gato, ¿Dónde están?
-Al lado de la puerta de la cocina, hay un armarito pequeño, cuando lo abras, encontrarás las
escobas de la limpieza y encima de un estante están.

Al bajar las escaleras me acerco a la cocina, con sumo sigilo, aunque por desgracia cuando abro el
armario todas las cestas se me caen del estante. El destino me manda una señal: “Diana, cariño, no
tienes vista a prueba de la oscuridad. Coge una lámpara, o enfréntate a las consecuencias de
despertar a media ciudad por semejante ruido.” Tal y como el “destino” me dicta, cojo una lámpara
de gas de la cocina y empiezo a recoger el desorden. Pero algo me detiene. Es extraño, poco usual,
al menos para mí; aunque presiento que cualquiera diría que se tratan de termitas: un agujero del
tamaño de un puño se descubre ante la luz. Pero hay algo que la refleja en el borde de la otra parte
del agujero, debe ser metal, pero.. ¿De qué? Dejo las cestas en su sitio y me agacho de nuevo.
Entonces me viene la imagen del pomo que encontré escondido. Es... una puerta sellada. Noto que
palidezco, no presiento algo bueno si quién estuvo allá bloqueó la puerta. Desgraciadamente no
puedo evitar sentirme curiosa, así que vuelvo a la habitación, en donde Dana aún sigue despierta; le
entrego la cesta y cojo mi bolsa de cuero. Al salir la oigo preguntarme a qué se debe tanto viaje,
pero no hago caso.

Cuando regreso intento colocar el pomo, con la mala suerte de no encajar. El tamaño es el mismo,
pero se atasca. Entonces me doy cuanta que lo he puesto al revés. “Bien, Diana.”, pienso. Lo coloco
bien y.. ¡Sí, se abre! No me permito dudar ni un segundo, así que doy un par de pasos, y el olor me
hace retorceder siete. Pongo la lámpara delante mía, y me tapo la nariz con una mano. Voy andando,
mirando el suelo, hasta el punto en donde la luz toca un mechón de pelo marrón grisáceo y...
empiezo a notar como mi respiración sube, al compás de mis latidos, fuertes y violentos. Aprieto el
mando de la lámpara, y doy un paso atrás, luego otro, y otro, hasta chocarme con la pared del
armario. Cierro la puerta lentamente, y tiro el pomo, la lámpara y... la cordura. Entonces salgo me
doy media vuelta y me quedo inmóvil al sentir algo extraño surgir de mi estómago mientras sale por
la garganta y se convierte en un verdadero grito de horror, largo y desafiando. Caigo al suelo, y
empiezo a golpear el suelo de manera instintiva, pierdo el control y comienzan unos repetidos
espasmos. Quiero parar de gritar y de retorcerme, pero no puedo. Oigo pasos que se acercan y
alguien me levanta y muchas, muchas voces. Pero entonces, me desvanezco.

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