"Partida"
Aquellas personas me miraban como si yo fuera la extraña. Para mí eran ellos los desconocidos aquí. Cargados de armas y cansancio, se reunieron con Arn Hasmasn y el marido de Eire Grossman en cuanto llegaron. Después fui a ver a Bruno, aún convalenciente y le expliqué todas las novedades.
-No sé cómo voy a poder agradecerte lo que has hecho por mí.
-Tú también lo hubieras hecho.-Respondo, sonriente.
-No estés tan segura...-Musita, irónicamente y ambos no echamos a reír.-Ahora en serio... Siempre he sido muy individualista. Nunca he ayudado a nadie por iniciativa propia.
-Te equivocas, Bruno. ¿Acaso no sabes lo que están haciendo?
-¿A qué te refieres?
-A todo lo sucedido en estos últimos días. Estás siendo muy valiente; por todas tus decisiones tomadas.-Bruno sonríe.-Tu familia debería estar orgullosa de tí.
Eso último le ha dolido un poco, o al menos lo parece. A pesar de haber asumido tras tantos años la ausencia de sus parientes, el reencuentro con sus raíces parece haberle abierto las heridas. Son demasiados recuerdos, supongo. Es como si yo volviera tras muchos años a mi vieja casa, al cementerio, a las calles... Queremos desprendernos de todo aquello que nos hace débiles pero debajo de la piel siempre somos vulnerables sin excepción, al menos los que se consideran personas. En la misma naturaleza humana existe esa extraña relación con nuestro pasado que perdura hasta nuestro último aliento. Todos aquellos a los que no les cause ningún dolor ni sentimiento volver a su niñez u adolescencia no los considero personas. Serían como almas tristes e inhumanas. Algo realmente aterrador.
-Lo malo de aquí es que no hay mucho para pescar...-Dice, interrumpiendo mis pensamientos, con su tono ya de nuevo sarcástico. Le miro un poco confusa, pero al observar su expresión capto su significado y suelto varias carcajadas leves.
-Siempre pensando en damiselas...
-¿Damiselas? No son mi estilo, me gustan peleonas y con mal carácter.-Hace una breve pausa.-Y que no desafinen.-Entonces me acerco a pegarle un coscorrón.
-Pero serás imbécil...
-Ni fuerza tienes, pufff
Cuando Eidel Grossman aparece, yo ya he perdido la noción del tiempo.
-Debéis venir conmigo.-En ese instante
ambs nos miramos, no sabemos qué está ocurriendo.
Entonces nos guía hasta otra estancia en donde están Arn Hasman, Jacob, Aaron, el marido de Eidel y la gente nueva que ha venido esta mañana.
Me siento incómoda, y no sólo porque apenas cabemos aquí dentro si no porque noto la hostil mirada sobre mi persona de todos los presentes a excepción de Jacob y Aaron.
Lo único que me tranquiliza en estos exasperantes momentos es la presencia de Bruno a mi lado, esta vez el está en condiciones de hablar, explicar, convencer e incluso negociar en los aspectos que nos impliquen a nosotros dos. Él es tan asquenazí como ellos, tanto si quieren como si no, y no creo que en este caso de crisis que sufren vayan a dar la espalda a su propia sangre. El problema está si le aceptan a él pero por el contrario me rechazan a mí. ¿Qué ocurrirá? No sé qué haría Bruno ni cómo reaccionaría yo. Ante todo me niego a rechgresar a Regensburg, eso está claro.
Aprieto su mano y dejo que perciba mi nerviosismo, sin embargo apenas parece inmutarse, y sigue firme. Me recuerda al porte de mi hermano, siempre erguido con la cabeza bien alta; ante todos y todo.
-¿Sois vosotros Bruno Kramer y Diana Weiss?-Dice uno de los hombres el cual desconozco. Ahora sí que me siento la extraña aquí.
Ambos asentimos levemente, y acto seguido oigo murmullos y cuchicheos que no logro entender.
Mis latidos se aceleran y las manos me comienzan a sudar. No entiendo por qué estoy tan nerviosa, por qué mi estómago se retuerce y mi garganta parece atrofiarse. Creo que en cualquier momento voy a perder la compostura...
-Queremos hablar con vosotros.-Añade otro.
-De acuerdo.-Responde Bruno.
Entonces nos dejan a solas con esos dos hombres. Me giro para ver a Bruno pero sigue mirando al frente muy rígido.
-Bien, ya me han explicado más o menos quiénes sois. O decís ser.-Entonces el primer hombre se acerca a nosotros y nos ofrece que nos sentemos en una mesa próxima a nosotros junto con su compañero, ambos muy parecidos ahora que me doy cuenta. Ambos son morenos, con los mismos ojos verdes y de estatura similar, además de existir similitud entre sus facciones.
-Soy Falk y él Feivel. Venimos de un largo viaje junto con demás gente. Supongo que ya sabéis los motivos.
-Queremos unirnos a vosotros. Queremos ir a Francia a combatir en la Resistencia.-Falk suspira.
-Sólo eres un niño.
-Un niño es probable. Pero soy un niño con riesgo de muerte dadas las circustancias ¿No cree? Quiero ir con vosotros, sois judíos al igual que yo y en mi parecer, compartimos los mismos objetivos.
- ¿Qué podemos sacar en nuestro beneficio?
-El ayudar a dos
personas que lo necesitan, a parte él también es judío como todos
vosotros. ¿De verdad no le ayudaríais? En cuanto llegemos a Francia os
olvidaréis de nosotros. No os meteremos en problemas.-El silencio
aparece a causa de mis últimas palabras y ambos sopesan sus opciones
durante unos minutos, para mí eternos y tensos.
-Vendrás con
nosotros.-Dice al fin Falk. Tú chica, debes regresar a tu casa. No
tienes nada que ver en todo esto.-Al oír esas palabras la sangre se me
congela, y Bruno clava su mirada en mí al instante.
-¿Qué?
-Te estarán buscando y no creo que vayan a olvidar que hay un bosque al lado de donde vives.
Entonces salgo apresuradamente y Bruno detrás, tratando de alcanzarme y cuando lo hace le aparto de un empujón.
-Diana...-Ni siquiera le
contesto, debo recapacitar a pesar de las miles de ideas que están
tomando lugar en mi cabeza ahora mismo. No sé que hacer ahora que mi
plan se ha ido al garete. Aunque... siempre podría fingir mi propia
muerte. Pero ¿cómo? Dejarían de buscarme eso si. Y no sólo Helen si no
también mi hermano. Mi hermano... oh Peter, ¿Por quién lucharás en el
frente entonces? ¿Por quién rezarás tus oraciones? ¿Por quién pondás en
el cielo un grito de guerra? Sin familia ni apoyo... No puedo hacerle
eso. Debo dejarle un rayo de esperanza, una huella aún sin cubrir. ¿Qué
me queda entonces? Ir por mi cuenta. Marcharme. Mi vida sería un camino
sin rumbo, sin meta ni perdón.
Dos lágrimas frías cubren mis mejillas lentamente mientras me apoyo en un árbol seco y negruzco.
Me siento como un perro
atado de nuevo. Por mis propios medios no sobreviviría y soy consciente
de ello, tanto como que Bruno me va a abandonar. Pero antes de que lo
haga pienso marcharme sin dejar rastros ¿No me quieren lejos? Lejos me
voy. Conmigo también van todos los falsos policías que me están buscando
según ellos. Precavidos... y desconfiados. Las sienes me duelen y hasta
las puntas de las venas no se escapan de tal sensación. Pero entonces
se me ocurre algo que quizás lo cambie todo.
-¿Sabes dónde está Falk?-Pregunto a Aaron.
-Ha salido con unos cuantos. Regresará pronto. ¿Ocurrió algo antes?
-No, todo está bien.
Es cierto que se fingir pésimamente pero parece que Aaron no le ha dado importancia a mi cortante actitud.
El transcurso del día se
mantiene tranquilo aparentemente pues yo aún sigo pensando acerca de mi
marcha y o que va a hacer Bruno al respecto.
Y al fin, bien entrada
la noche, los demás regresan. No me importa cuán cargados de armas estén
ni las rojas manchas en sus ropas. Sólo me interesa hablar con Falk.
-Bien, ¿Qué
quieres?-Suelta, directo, serio y de brazos cruzados sentado en el borde
de la mesa la cual fue testigo de nuestra anterior conversación.
-Quiero proponerte algo.-Entonces ríe.
-¡Já! ¿Una niña como tú? ¿Proponerme? Si es una tontería más vale que te vayas.-Entonces saco un pequeño carné y lo alzo.
-¿Sigues pensando que es
una tontería?-Pregunto, con una sonrisa irónica, mientras veo cómo
frunce el ceño.-Bien, esto es mi documento de identidad ¿Sí? Aquí, puedo
asegurar que soy hija de padres alemanes, sin ninguna relación con
judíos. ¿Seguro que no vais a necesitar esto si alguna vez os piden
documentación cruzando fronteras o simplemente si os descubren? Si voy
con vosotros podría decir que venís conmigo, aunque sólo vaya con unos
pocos para no levantar sospechas y así poder asegurar camino para el
resto.-Falk me mira fijamente, y creo que está sopesando los pros y
contras de propuesta.-Al llegar a Francia no volveréis a saber de mí; os
lo aseguro.
-Déjame pensarlo.-Y me da la espalda fríamente.Acto seguido salgo, algo más animada ya que al menos mi probabilidad de poder integrarme al grupo ha aumentado. O eso creo.
Ya casi estoy medio
dormida. A pesar de que el fuego no calienta, sus formas cambiantes y su
color me emboban, y justo cuando estoy a un milímetro de caer en los
brazos de Morfeo, una mano presiona mi hombro.
-¿Qué?-Pregunto,
abriendo los ojos tanto como puedo e incorporándome cual resorte. Al
girar la cabeza descuro que es Bruno. ¿Por qué está aquí ahora?
-Tenemos que hablar.-Dice, mirando a Freyde. Yo asiento y ambos nos alejamos del campamento.
-Ahora bien, ¿Qué pasa?
-Diana... Sabes que podemos ir por nuestra cuenta, ¿No?
-¿Estás loco? ¿Cómo piensas cruzar media Europa? Sin comida, sin dinero, sin protección...
-No importa, ya he pasado por esto antes.
-Debes irte y lo sabes, no importa; me buscaré la vida como pueda.
-No puedo dejarte aquí, jamás podría perdonármelo.
-¿Por qué? ¿Por qué ahora, Bruno? Esto no puede ser.
-Siento que estás a
cargo mío, que no puedo marcharme sin tí.-Dice, acercándose a mi.-Te
debo demasiado.-Entonces por un momento lo veo posible.
-De acuerdo. Si no me aceptan... ¿Cómo lo haríamos?
-Ya veremos, por ahora intentaré hablar con ellos.
A la mañana siguiente me
sentía un poco más relajada. El apoyo de Bruno se ha convertido en un
pilar fundamental para poder seguir adelante, algo que me aterra a la
vez. No paro de pensar en mi hermano... Ojalá pudiera enviarle alguna
carta, algo mío a lo que aferrarse tras mi desaparición. Me siento
miserable pero no veía otra salida viable; no ahora. Los árboles cada
vez me parecen más oscuros y mi sensación de libertad se contrae hasta
casi desaparecer. Ahora me siento presa de mis sentimientos, de mi
conciencia y mi culpa.