Presentación

Bien, voy a empezar presentándome y a explicar el por qué de este blog.

Soy Claudia, 17 años, estudiante y aficionada a escribir en ratos libres. Me gusta escribir, pues siempre me ha ayudado a desarrollar mi imaginación, mi capacidad de redacción y en general, a crear sinopsis, entre otros. Llevo exclusivamente en esta novela cuatro años. He investigado todo lo que he podido (Y sigo en ello) acerca de la ambientación de la historia ya que es cien por cien real, exceptuando lo que es "la vida" de la protagonista, los personajes y sus vidas particulares. Al ser uno de los hechos históricos más relevantes del mundo, decidí ambientarme en esta época por la cantidad de mensajes que es capaz de transmitirnos. Me resulta interesante y a la vez, alentador.
Empecé con esto hace ya tiempo, como anteriormente he mencionado, pero sólo con un objetivo: el terapéutico. Me ayuda a evadirme ya que mi creatividad es un rasgo característico en mí. Era privado, sólo lo leía yo, hasta que no hace mucho, una amiga empezó a leerlo: llevaba sólo unas 20 páginas, pero le encantó. En busca de nuevas propuestas y opiniones fui pidiendo consejos e ideas a mis amigos y conocidos, que me ayudaron y recibieron con buena crítica la novela en proceso.
Como quiero seguir adelante con esto, necesito un apoyo más grande, es decir: lectores. Ahí es donde entráis vosotros. Espero que disfrutéis, gracias :)
Nota: Este es un borrador, así que habrán fallos de escritura y el texto está sin pulir así que espero que lo entendáis. Voy poco a poco reformando partes y corrigiendo pero es algo costoso y tardaré un tiempo en completarlo. Gracias por vuestra compresión!

sábado, 20 de septiembre de 2014

El diario del hombre fusilado

 


Capítulo 3
“El diario del hombre fusilado”

Cuando despierto, la habitación está vacía. No deben ser más de las nueve. Me levanto y llego al
baño, y allí me lavo la cara y las manos. Después me pongo unos pantalones negros y una camisa
verde azulado, con el medallón por fuera: Ya no temo que lo vea nadie, pues tendrían que vérselas
conmigo cualquiera que pretendiera quitármelo. Bajo por las escaleras y voy hacia la cocina, y en el
trayecto me encuentro algún que otro niño que me mira de forma extraña.
Nada más verme, la joven niñera de dieciséis años me saluda.
-Buenos días... Diana, ¿Verdad?
-Sí. Buenos días, Isabelle.-Al decir su nombre frunce el ceño. Seguro que es porque ella no me lo
dijo, pero he oído varias veces a Helen llamarla y verla acudir rápidamente. Es muy nerviosa, y
bastante delgada. Supongo que ella duerme tanto como mi hermano; las mismas sombras azuladas
bajo los ojos. Me pregunto dónde estará... si habrá llegado ya a la academia militar.
-Ten. Helen ha salido a comprar, pero sabía que dormías y me ha dejado esto para que desayunes.-
Dice, mientras me sirve un plato con pan y leche.
-Eh... gracias.
Mientras como me acuerdo del padre Patrick y de la carta que le prometí enviar; así que cuando
termino, voy directa hacia la pequeña biblioteca (Que consta sólo de unas seis de librerías y tres
escritorios viejos) pero para mí es suficiente. Husmeo un poco por allí y observo la cantidad de
libros y archivadores. Entonces voy hacia los escritorios y en uno de los cajones encuentro unas
amarillentas hojas de papel y un bolígrafo. “Perfecto” me digo. Me siento en la silla y empiezo a
escribir:

Regensburg, 28 de Enero de 1944.
“Querido padre Patrick,
Le envío esta carta tal y como le pormetí. Mi hermano y yo llegamos Regensburg en tren. El señor
Bayer se ocupó de nosotros, y cuando me dejaron aquí, se llevó a Peter a una academia militar un
poco lejos.
Todo parece agradable, las mujeres que llevan el lugar no parecen maltartar a ninguno de los que
están aquí y comemos todos los días. Espero que todo vaya bien por ahí.
Siento tanto la brevedad de la carta como la ortografía, pero no hay mucho más que contar.
Espero su respuesta:
Diana Weiss.”

No pienso poner que Bertam es un señor desconsiderado y además, un inspector. Las cartas las
abren antes de ser enviadas, porque pueden ser de espías y el régimen no lo puede permitir. Y está
más que claro que he mentido acerca de...

-Vaya, vaya, vaya.. ¿A quién tenemos aquí? Es un honor que el pajarito oficial del lugar haya
aparecido en nuestra agradable biblioteca, ¿No le parece?-Esa voz tan sarcástica me paraliza. Sí,
está detrás de mí, así que me levanto despacio y me giro. Un chico un poco mayor que yo está
plantado más o menos a un metro de mí, con un libro entre las manos. Esos ojos gris azulado se clavan en mí, llenos de ironía y orgullo. Pero a mí en orgullosa no me gana un chaval del tres al cuarto.
-Bueno, si prefieres llamarme así... gracias por el cumplido.-Respondo con el mismo tono sarcástico
recibido, acompañado de una media sonrisa nada alegre. Se acerca y contesta:
-Todos lo preferimos. Tras el numerito que montaste a la hora de cenar... no cupo duda de que eres
un verdadero pájaro cantor. Pero disculpa que discrepe: que te llame pájaro cantor no significa que
por ello cantes bien. Hay pájaros cantores con voz ronca.
-No es mi objetivo cantar maravillosamente. Sólo seguí la melodía de los acordes y sin quererlo, ya
lo había echo. Fue sin voluntad propia.
-Vaya... así que el pajarito cantor tiene debilidad por la música. Excelente.-Y abre el libro, que en
realidad está con las hojas cortadas, y veo cómo saca una cantimplora de licor.-Supongo que ya
sabes cuál es la mía, ¿No?-Echa un trago y ríe.
Entonces cojo la carta, me la guardo en el bolsillo, echo a andar y me dispongo a salir por la puerta
cuando me dice:
-¿A dónde vas, pajarito? Estábamos manteniendo una agradable conversación.
-No hablo con borrachos, pero estoy segura que esa pared desea contarte algo.-Y salgo de la
estancia. Me recuerda a mi tío y lo que hacía mi hermano para evitar que le viese mientras estaba
bajo los efectos del alcohol, o a esos hombres que andaban por las calles haciendo equilibrios cerca
de la taberna de Otto.
No se cómo, pero acabo en el vestíbulo, y me encuentro a Helen agitada y con aspecto de haber
corrido mucho. (Quizás no, pero su condición física no es que sea muy... resistente.)
-¡Han cogido a otro! ¡Lo van a matar en la plaza!
Isabelle se apresura y llega junto con tres niñas.
-¿Otro más? ¿Cuándo?
-Irma me ha contado que unos soldados entraron a una casa abandonada en la calle de al lado de su
panadería y lo van a fusilar en la plaza. Para meter miedo, supongo.-Dice, sin apenas aliento,
mientras deja dos canastos de pan, acelgas y fruta en el suelo.
-Vamos niñas, llevarlo a la cocina, y tú, Helen, descansa un poco, a ver si te va a dar algo.
-Anda Diana, ¿Cómo te encuentras?-Pregunta Helen.
-Mmm... bien, sí. He estado en la biblioteca, y necesito saber una cosa.
-Dime, hija.-Acto seguido saco la carta.
-¿Dónde puedo enviarla?
-Mira, hija, en el buzón de la oficina de correos. Está en... ¡Ah! Mira, Bruno te servirá de guía.-Le
sigo la mirada a Helen y descubro al chico de ojos azules andando despacio con ojos incrédulos.
-¿Qué?-Ni lo sueñes, Helen.
-Vamos, se educado. No sabe dónde está la oficina de correos.
-Que se busque a otro idiota, yo estoy ocupado.
-Bruno. Te ordeno que vayas inmediatamente a acompañar a Diana a la oficina de correos.
Ahora.-Bruno se dedica hacer un resoplido de dimensiones espantosas. Un par de ojos me miran,
fastidiados y enfadados. Sí, estaba muy ocupado, tras la charla con la pared tenía que abrir su libro
sin hojas y echar un trago. He hundido sus planes y me siento la peor persona de este mundo.
Entonces avanza y pasa por en medio de las dos, llega a la puerta y la abre.

-Cuanto antes marchemos, antes llegaremos.-Y salimos a la calle.
Es increíble la cantidad de personas que se encuentran en la plaza. Tenemos que pasar por todo el
bullicio, y además, es difícil seguirle la pista a Bruno; anda demasiado rápido.
-¿Te importa ir más despacio?
-Pensaba que los pajaritos tenían alas.
-Para ya de decir estupideces. ¿Dónde estamos?
-Si giramos hacia la derecha y pasamos la herbolería veremos la oficina de correos. Vamos, casi
estamos ya. En efecto, llegamos en seguida y entramos. La oficina es pequeña, con dos mostradores
y un buzón enorme y rojo en el que está dibujada una carta. Ya está, mientras Bruno charla con un
amigo suyo, yo voy al buzón. Pero, cuando la saco de mi bolsillo, me doy cuenta de que no tiene
sello. Genial.
Así que me acerco a un mostrador libre de gente y le pido uno.
-Son cinco Reichspfennig, señorita.
-Oh, vaya... espere un momento.-Respondo, un poco nerviosa.
Voy hacia donde está Bruno y su amigo.
-Bruno, necesito cinco Reichspfennig para un sello...
-Oh, mierda, Diana, piérdete ¿Vale?-Su amigo parece un poco molesto y añade de forma irónica:
-Vamos Bruno, no trates así a una chica. Sólo quiere enviar una carta.
-No llevo dinero.
-Luego te lo devuelvo, por favor, son sólo...
-¡Está bien! Toma esto y lárgate, no quiero saber nada más de tí, ¿Entiendes?-Saca un moneda de su
bolsillo y me la pone en la mano con gran brusquedad.-Vamos, largo.

Me voy un tanto decaída, me dirijo hacia el mostrador y compro el sello, entonces, cuando deposito
la carta en el buzón y me doy la vuelta, el amigo de Bruno se encuentra justo a un palmo de mí.

-Venga, no te asustes, Diana.
-Uh, que sigiloso eres, ¿Eh?
-Ya lo creo. Oye,-Dice, vacilante.-Siento lo de antes, esque Bruno es un poco... “Especial” ¿Comprendes?
-Ya. Sobretodo con su licor.
-Venga, no bromees acerca de esas cosas. Es serio.-Responde con una cara que me hace pensar que
lo dice de verdad.
-No te entiendo.
-Vamos a ver, Bruno es tan “Especial” porque en su mochila lleva demasiado peso.-Mi cara debe
parecer de alguien que no comprende, porque sige hablando:-Quiero decir que, es huérfano, y
bueno, sus padres y su pasado... no te puedo contar más. Lo siento. Es sólo para que lo entendieras
un poco.
-Bueno, vale. Gracias por ello.-Así que tras darse media vuelta y dar un par de pasos, gira su cabeza
hacia mí de nuevo y dice:
-Por cierto, soy Ancel.-Tras ello, cruza la puerta y se pierde entre la multitud.

Después salgo yo y me dirijo hacia la plaza. Logro colarme entre la gente y veo cómo traen a un
hombre a rastras un par de soldados. Entonces lo obligan a mantenerse en pie, pero está tan débil
que no cabe duda de que lo han pegado y torturado.
-Esa alimaña seguro que es otro azkenazí.-Suelta una mujer obesa, que se encuentra a mi lado.
Entonces, uno de los soldados empieza a hablar:
-¡Estos! ¡Estos son el enemigo! Los judíos no son creativos, son destructivos. Muchos de vosotros
sois pobres por vuestra culpa. ¡Ellos.-Sujeta la cabeza del hombre, tirándole del pelo.-Pretenden
dominarnos a todos!-Entonces le hace una señal al otro soldado, que lo derriba de dos disparos; uno
en la cabeza que le parte el cráneo y otro en el pecho. Cuando cae se lo llevan y la gente se dispersa.
Además del barullo, los comentarios y la rapidez de los acontecimientos, soy incapaz de pensar en
otra cosa mas que en ese pobre hombre. ¿Tendría familia e hijos a los que alimentar? ¿Un trabajo?
Me siento fatal y, creo que voy a volver al orfanato ya.

Atravieso la plaza ya libre del gentío y de repente siento que me estampo contra el suelo. Por poco
me caigo, pero sólo he resbalado con... la sangre. Me entran unas arcadas horribles, aunque aguanto
y arrastro los pies para desprenderme de la sangre de los zapatos. Mientras observo un gato bajo un
coche oigo el desliz de algo en el suelo. Mientras arrastraba los pies he empujado un libro
manchado de rojo. Lo recojo y miro a un lado y a otro a ver si alguien lo ha perdido, pero apenas
hay gente. Sólo un hombre que lleva un delantal lleno de harina tenderle las manos a un soldado
mientras éste le da un billete. Entonces bajo la cabeza y miro asustada al suelo. ¿Le ha pagado a ese
hombre para matarlo? Noto que vuelven las arcadas y me apresuro a llegar al orfanato. Sé que hay
recompensa económica por delatar a un judío o a un negro, pero de algún modo, por alguna razón,
me cuesta creerlo.
Al llegar, subo rápido las escaleras y me meto en mi habitación, que aunque la comparto con otras 2
chicas más, está afortunadamente, vacía. Al quitarme la chaqueta me doy cuenta de que tengo la
camisa manchada de sangre, pero no me importa, ahora mismo hay cosas más urgentes. Siento
como si el corazón me fuera a salir por la garganta, con el pulso aceleradísimo por la carrera, y me
coloco a los pies de la cama, con la puerta a mis espalada, para que si alguien entra, me pueda dar
tiempo a esconder el libro. Cuando abro la tapa, me doy cuenta de que por mucho que pase las
páginas, no entiendo nada de lo que pone. Quizás sea por lo agitada que estoy. Pero al tiempo de
intentar buscarle el sentido, descubro que el problema no está en mi cabeza, sino que es el libro.
Está escrito en una lengua extraña. Pero hay algo que me corta la respiración. En el lomo hay una
estrella de seis puntas. Entonces... el libro era del askenazí...
Oigo pasos acercarse, así que guardo el libro bajo la cama y finjo mirar por la ventana justo antes de
que se abra la puerta.

-Diana, vaya, veo que has vuelto. ¿Enviaste la carta?
-Sí, había mucha gente, pero logramos llegar.
-Vale. Pues, si quieres, necesito que hablemos las dos un poquito. ¿Te parece?
-Claro.-Entonces se acerca un poco más y se sienta en el otro extremo de la cama.
-Me gustaría que me contaras qué te parece todo esto, y también conocerte un poco más.
-Bueno, este sitio es... muy agradable, de veras.-Pero Helen no parede muy convencida.
-Vamos, hija. Soy vieja, pero no tonta.
-No quiero que mi hermano vaya a la guerra. Mi madre y mi tío... mi padre, jamás lo hubieran
querido. Maldita sea, ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?
-Las cosas son así, Diana. ¿Te crees que estos chiquillos no tienen su pasado, su razón de por qué
están aquí?.-Entonces bajo la cabeza, porque sé que tiene razón. Pero aun así me atrevo a decirle:
-¿Como Bruno?.-Entonces la miro a los ojos, y ella palidece.
-Eh... sí.-Se pone nerviosa y se apresura a cambiar de asunto.- Vamos... tengo cosas que hacer.
Hasta luego, hija...-Entonces se levanta y desaparece tras la puerta.
Al parecer, no sabe mentir muy bien. Pero no quiero quedarme aquí hasta la hora de comer, así que
salgo a dar una vuelta por ahí. Recorro el pasillo y me encuentro con un niño pequeño, que se
acerca a mí y dice:
-¿Tú caramelos?
-No, lo siento, no llevo nada.-Respondo, encogida de hombros y con una media sonrisa. Pero parece
ser que eso no es suficiente, porque me coge de la mano y me lleva hasta una de las últimas
habitaciones de la planta. El niñito empuja la puerta y descubro a una chica de pelo castaño claro
precioso, dibujando un maravilloso atardecer en un lienzo. Como si supiera que estábamos allí,
pregunta:
-¿Que quieres?.-pero antes de que pueda responder, el pequeño se me adelanta.
-Caramelos, Astrid.
Entonces se da la vuelta, arquea las cejas y saca de su bolsillo un papelito en el que está envuelto
una bola pegajosa y naranja. Nada mas ver el dulce, el niño corre con pasos cortitos y desordenados
hasta ella. Extiende la mano, pero ella alza el brazo arriba para impedir que lo coja.
-No, no, no. Sólo si prometes portarte bien y dejar de decirle a Isabelle que hay un Tyrannosaurus
rex en el jardín, porque están extintos, Jörg.-El pequeño asiente, aunque en vez de mirar a los ojos,
sigue con la mirada fija en la mano de la chica. Seguro que no ha prestado la más mínima atención.
Pero lo que sí ha aprendido es que poniendo ojos de corderito degollado y asentir a todo, consige lo
que quiere. Entonces ella baja el brazo y le entrega el caramelo. Luego el niño se va, con una
sonrisa triunfante.
-El mes pasado le dió por inventarse de que había un unicornio rosa en el baño.-Cuenta, con una
cara de exasperación infinita.-Ya sabes, los niños son niños.
-Sí, demasiada imaginación.
-Bueno, me presento: Soy Astrid.
-Yo Diana.
-Sí, ya lo sé. Tranquila, no vas a necesitar presentarte mucho por aquí.
-¿Es por lo de anoche?
-Por desgracia no estaba, pero me lo han contado. Cantaste una canción... un tanto extraña.
-Bueno, ésa era la canción que mi abuela le cantó a mi padre cuando marchó a la guerra por primera
vez. Es muy personal, pero el chico de la guitarra sabía la melodía.
-Sí, Bastian sabe tocar la guitarra muy bien, y conoce muchas canciones. Por cierto...-Dice,
mientras me señala con su dedo índice:-¿Acaso has matado a alguien? Eso no parece ser pintura
roja.-Al principio me alarmo, pero por su tono deduzco que bromea.-Tranquila, no diré nada.-Y se
lleva su dedo índice a los labios. Entonces repite:-Nada.-Sonreímos y ella se pone a limpiar un
pincel.
-Me encanta tu pintura, de veras.-Entonces contemplo el paisaje: Un cielo rojizo, con vetas naranjas
y amarillas, acompañado por unas nubes claras y dispersas, resaltan el oscuro bosquecillo de abetos.
Me transmite energía, cosa increíble para ser sólo un cuadro.
-El secreto es saber sintetizar bien los colores, y entender bien la cromática de lo que deseas pintar.
-¿Dónde viste esta puesta de sol?
-Los primeros días, al empezar a dibujarlo, tuve que ir cada atardecer al bosque que hay un poco
más lejos de aquí, para fijarme bien. Sí, es un poco peligroso, pero merece la pena. Ya casi he
terminado de darle los últimos toques, y en seguida estará listo para ser expuesto en el vestíbulo.
Alegrará esas sosas paredes color amarillo pastel.
El resto de la mañana la pasamos hablando. Astrid llegó cuando era una recién nacida, y desde que
era pequeña se notaba lo observadora que era: podía pasarse horas y horas mirando los árboles
moverse por el viento, o cualquier otra cosa que le pareciera de interés. Recuerda cómo Helen la
veía pasar las horas muertas haciendo garabatos. Al principio la mujer creía que era normal, pero al
cabo de pocos años, esos garabatos cobraron forma. Con tan sólo diez hizo el retrato de la Virgen
María que hay en la catedral, y su talento ya era indiscutible por ese entonces. Se ha ganado cierto
reconocimento entre la gente del barrio, incluso a veces le piden encargos, cosa que ayuda mucho al
orfanato. Después me cuenta cosas acerca de la ciudad, y la gente de por aquí:
Ludwig es el panadero, y su mujer, Irma. Tienen dos hijos pequeños, y son muy religiosos.
Hannelore lleva la herbolería junto a su hermano Sören, el prometido de Isabelle, y se casarán en
pocos meses. Anette es propietaria de un estudio fotográfico, y Jochen del ultramarinos. Me ha
hablado también de Ancel, que resulta ser el hijo del dueño de un restaurante, el “Flasche
Champagner ”. Entonces me habla de algunos del orfanato, y de Bruno.
-Ese chico es demasiado avispado.-Comenta. Entonces recuerdo a la reacción de Helen cuando lo
nombré, y el pequeño encuentro que tuve con su amigo Ancel.
-¿Qué puedes decirme de él?
-Ajá. Así que ya te has fijado... Bueno, no me extraña. No has sido la única.
-¿Qué? No, yo... no es eso.-Ahora me siento bastante incómoda.
-Vamos, no me nieges algo así. No pasa nada por aceptarlo.-Y ríe.
-¿Es que tú y él...?
-Ah no, por supuesto que no.-Dice, mientras sonríe un poco.-No es mi tipo. Además, está siempre
“ocupado” ¿Entiendes?.-La verdad es que no logro entenderla para nada, y volvemos a hablar de
otros asuntos, que para mí, son más interesantes.
Han pasado las horas, y ya es casi la hora de comer, así que bajamos y nos sirven estofado. Durante
la comida Astrid me presenta a Bastian, el chico de la guitarra, que es un año menor que nosotras.
Es muy patriótico, y al parecer, desea pertenecer a las Juventudes Hitlerianas cuando antes. No para
de contar cómo le gustaría disparar a esos soviéticos comunistas, o llegar a ser un alto mandatario en el ejército. Luego empiezo a hablar con Dennis y Dana, dos gemelos muy distintos; Dana es callada y un poco tímida, aunque con una sóla mirada es capaz de expresar más de lo que podría con palabras. Pero Dennis parece ser muy extrovertido, y no se corta nada en bromear acerca de cosas como la calva del obispo de la ciudad. Su sentido de humor es muy ingenioso, nada que ver con las pésimas idioteces de Bruno; a quien por cierto lo encuentro negociando con Jörg el último trozo de carne a cambio de un caramelo rancio.
Después ayudamos a recoger, y cuando terminamos, Helen me da algo de dinero para comprarme
ropa, porque se quedó sorprendida cuando vió mi escaso equipaje. Entonces le pido a Astrid que me
acompañe, y ella acepta encantada.
Pasamos por Regensburger Dom, la catedral, y muy poco después cruzamos el puente de roca que
comunica los barrios del centro con Stadtamhof. En el río Danubio es fácil ver gansos entre los
cañaverales, que se extienden más allá de la ciudad. Astrid me cuenta muchísimas cosas sobre el
pasado histórico de la ciudad, por ejemplo que los romanos la fundaron y la nombraron ciudad
imperial por los emperadores del Sacro Imperio Romano.
-Mañana toca volver a la escuela.-Dice.
-¿La escuela?
-Sí, ¿Esque nunca fuistes?
-Pues... No. Es decir, sé cosas como leer, escribir, matemáticas, ortografía y un poco de
conocimiento sobre plantas.
-¿Y el poema “La sangre es sagrada y sacrosanta”?
-Pues no.
-Te lo enseñaré. Es lo primero que te preguntará la profesora. Cuando hay alguien nuevo, me
refiero.
-Gracias.-Y ambas sonreímos.
Al poco tiempo llegamos a una tienda y compramos un par de camisas, y Astrid me obliga a incluir
una falda marrón. “Quedarás monísima” dijo. Estaba a punto de decirle que preferiría estar cómoda,
antes que estar “monísima”, pero aprecio lo que ha hecho por mí, así que me callé.
Ya casi anochecía cuando volvemos al orfanato. Entonces mi amiga me enseña el poema que
supuestamente es obligatorio saberlo.

Mantén pura tu sangre,
No es tuya nada más,
Te llega de muy lejos,
Y más lejos se va.
De mil antepasados
El rastro aún conserva
Y contiene el futuro.
Ella es tu vida eterna.

Tras un par de intentos, logro recitarlo de memoria. Entonces aparece Isabelle con un cuaderno y un
bolígrafo, que me los entrega para mañana cuando vayamos a clase. Luego pensamos en bajar a
ayudar con la cena, pero a Astrid se le ha olvidado hacer las tareas, así que la ayudo.
-¿Sabes qué? Me he apuntado a un concurso de caligrafía. Mira.-Entonces saca de un cajón una
revista, y señala una parte de la página principal con un eslógan: “Sienta alemán, piense alemán,
hable alemán, sea alemán en la escritura también”.- Se me da muy bien la escritura gótica.-Añade.
Cuando terminamos ya es casi la hora de cenar. El menú consta de Gebratene Fleisch, que es carne
con piel, acompañado de Sauerkraut, repollo picado fermentado con sal. Helen se vuelve medio
loca intentando buscar a Bruno, que no aparece por ninguna parte. Después, volvemos cada uno a
nuestras habitaciones, y por primera vez me fijo en que mis compañeras de cuarto son Dana y
Trude, una chica de voz aguda y mente despierta, pero a la vez, extremadamente ordenada. “Esto
parece una leonera.” es algo que según me ha dicho Dana, suele ser su muletilla. Tras charlar un
poco con ellas, Trude se da cuenta de mi herida que tengo en la mano, a la que no había hecho caso
hace mucho. Está roja y no parece cicatrizar muy bien.
-Esto está infectado.-Entonces pone un dedo encima de la piel inflamada y retiro la mano de dolor.-
Dana, trae agua oxigenada y algo de diclofenaco. Está en el baño.-Entonces se dirige a mí de
nuevo.-Deberías cuidarte un poco más. Entonces Dana regresa con un botecito en el que pone:
“Diclofenaco Novartis”. Después me venda y me acuesto en la cama. Casi es noche cerrada cuando
me doy cuenta de mi deuda pendiente, así que cojo una moneda que me sobró de la compra que
hize, y subo a la planta de arriba. Me cruzo entonces con Bastian, a quien le pregunto dónde está la
habitación en la que duerme Bruno. Siguiendo las indicaciones que me ha dado, llego hasta una
habitación. Llamo entonces a la puerta, pero nadie contesta. La abro despacio y descubro lo
pequeña, aunque lo justo como para pertenecer a una sola persona, ya que sólo hay una cama, y
junto a ella, un escritorio. Sobre él hay un telegrama. Sé que es privado, pero no puedo evitar
apartar la vista de él:
“Querido Bruno, hace mucho tiempo queno hablamos. Siento no haberte escrito antes, pero si mi
padre se entera estoy muerta. Reúnete conmigo esta noche en la puerta norte de la catedral.
Tuya siempre, Pauline.”
Vaya, ahora entiendo a Astrid.
-Buenas noches, pajarito. Seguro que no te han dejado cantar y has venido aquí a pedirme que te
haga de público, ¿No?. Porque para mí que estabas husmeando entre mis cosas.-Entonces saco la
moneda de mi bolsillo y se la enseño.
-¿No la quieres? En ese caso, me la quedaré.-Y me dispongo a guardarla cuando veo que extiende
su mano hacia mí. Entonces se la doy.
-Espero que la lectura haya sido de tu agrado.-Dice, mientras se acerca al escritorio y coge el
telegrama.
-Helen estaba buscándote, pero supongo que tu novia te reclamaba.
-Supones mal. No es mi novia. No pierdo el tiempo con esas tonterías.-Una respuesta bastante
madura, y me sorprende.-Suelo tener varias a la vez.-Mi expresión cambia, y una mirada de
incredulidad se dirige hasta él como una flecha. ¿Pero de qué va?
-Interesante...Bien, tengo asuntos mas interesantes de los que debo encargarme. Adios.
-Buenas noches, pajarito.-Dice con tono sarcástico.


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