Presentación

Bien, voy a empezar presentándome y a explicar el por qué de este blog.

Soy Claudia, 17 años, estudiante y aficionada a escribir en ratos libres. Me gusta escribir, pues siempre me ha ayudado a desarrollar mi imaginación, mi capacidad de redacción y en general, a crear sinopsis, entre otros. Llevo exclusivamente en esta novela cuatro años. He investigado todo lo que he podido (Y sigo en ello) acerca de la ambientación de la historia ya que es cien por cien real, exceptuando lo que es "la vida" de la protagonista, los personajes y sus vidas particulares. Al ser uno de los hechos históricos más relevantes del mundo, decidí ambientarme en esta época por la cantidad de mensajes que es capaz de transmitirnos. Me resulta interesante y a la vez, alentador.
Empecé con esto hace ya tiempo, como anteriormente he mencionado, pero sólo con un objetivo: el terapéutico. Me ayuda a evadirme ya que mi creatividad es un rasgo característico en mí. Era privado, sólo lo leía yo, hasta que no hace mucho, una amiga empezó a leerlo: llevaba sólo unas 20 páginas, pero le encantó. En busca de nuevas propuestas y opiniones fui pidiendo consejos e ideas a mis amigos y conocidos, que me ayudaron y recibieron con buena crítica la novela en proceso.
Como quiero seguir adelante con esto, necesito un apoyo más grande, es decir: lectores. Ahí es donde entráis vosotros. Espero que disfrutéis, gracias :)
Nota: Este es un borrador, así que habrán fallos de escritura y el texto está sin pulir así que espero que lo entendáis. Voy poco a poco reformando partes y corrigiendo pero es algo costoso y tardaré un tiempo en completarlo. Gracias por vuestra compresión!

lunes, 28 de abril de 2014

La verdad sobre mi padre y una fuga inesperada

Capítulo 7
“La verdad sobre mi padre y una fuga inesperada”

Sí. Ahora estoy en frente de los ojos del señor Bayer. Está en la puerta, esperando a que le deje pasar. Me aparto torpemente y entra.

-Diana, cuánto tiempo, un mes sin verte y mira que mayor.-Su falsa sonrisa me irrita aún más de lo que estoy debido a su presencia.
-Sí.-Respondo, seca y cortante. Entonces ambos tomamos asiento.
-¿Dónde está Helen?
-En la cocina.
-Oh, disculpa.-Entonces se dirige hacia allí. Pasa un minuto, dos, siete y diez hasta que oigo llorar a una mujer. Un llanto familiar. Peligrosamente familiar. ¿Helen? Me levanto y avanzo con suma cautela hasta la cocina, tratando de no ser vista. Estaba en lo cierto, me digo a mí misma, mientras contemplo la escena: Helen está llorando entre los brazos del señor Bayer. ¿Qué está ocurriendo?
-Siento mucho lo de tu niño, Chloris, fue... lo peor que pudo ocurrir.
-Bertram, no puedes irte a la guerra, morirás.
Estoy tan confusa que no puedo callarme, así que me descubro:
-¿Que es todo esto?-Ambos se giran con cara de sorpresa.
-Niña, yo...-Intentaba sacar una excusa razonable, sin éxito. Su voz entrecortada le quita mucha credibilidad.
-No, Bertram. Merece saber la verdad, ya es mayor.-Él mira a Helen de forma extraña, sin embargo volvemos a la sala de estar.

-Sé que no lo has pasado muy bien este tiempo, que tu vida ha dado un gran cambio y te cuesta procesar todo lo ocurrido, pero no tengo más remedio.
-¿Por qué te vas a la guerra?
-No soy un funcionario, Diana. Soy miembro de la Luftwaffe. La Wehrmacht me ha llamado para pilotar en el frente contra los soviéticos.
-No puede ser.-Entonces se quita el abrigo y muestra un uniforme azul, con una cruz negra que destacaba entre otras insignias. Reconozco el águila en vuelo sosteniendo la esvástica entre sus patas. Mi hermano se la llevó junto con otras cuando nos marchamos de casa. Era de mi padre.

-¿Por qué nos mentiste?-Me mantuve impasible durante unos instantes, pero no pude aguantar más y dirigí la mirada tímidamente hacia el rostro del que ahora era un completo desconocido.
-Tu padre me lo hizo prometer.
Mi padre.
Ese desconocido.
Ellos dos se conocían. 
Es más, la relación que ambos mantenían era lo suficientemente estrecha como para dejar a sus propios hijos a cargo de él si faltaba algún día.
-Arthur y yo eramos muy buenos amigos, nos conocimos en el Ejército. 
El día que tomamos los aviones para combatir aquella batalla tan trágica, tu padre, como si supiera lo que iba a ocurrir, me puso la mano en el hombro, y con ojos serios y cristalinos me hizo prometer encargarme de vosotros, de vuestra familia. 
Jamás olvidé ese momento, jamás olvidé ese avión caer al mar prendido en fuego, y jamás lo olvidaré.-Su expresión se ensombrecía de melancolía, sus manos, una posada sobre la otra encima de sus rodillas temblaban ligeramente. ¿Cómo un hombre tan fuerte, como debe ser todo piloto, soldado o quien sea, puede debilitarse al recordar algo así?
Siempre tuve en mi mente una imagen sólidamente idealizada de los miembros del Ejército alemán: Altos, rubios, anchos de espaldas, robustos, nobles, hábiles, inteligentes y valientes, fieles, firmes, compatriotas, severos y eficaces, sobretodo eficaces. Todos igual, como clones. Ninguno reía si no era por lo gracioso que le resultaba ver la cabeza de su enemigo en una estaca. Ninguno lloraba si no era por la muerte de su Führer . Ninguno temblaba si no era porque un terremoto desprendía su ira bajo sus pies.-Yo era huérfano, me crié con Helen aquí a cargo del Dr Heinz. A los trece años fui adoptado por una familia acomodada que me proporcionó las facilidades que el dinero suponía. Apenas les conocí, fui duramente entrenado bajo una disciplina impecable durante el resto de mi juventud, sin embargo, la falta de cariño en mi adolescencia no me supuso un problema. 
Además, jamás olvidé a Helen, ya que mantuvimos siempre esa vieja amistad de la infancia. 
Tras la muerte de tu padre, estuve muy pendiente de vosotros. 
Al fallecer tu madre fui ayudando a tu tío a manteneros, ya que ella en vida jamás aceptó una monenda de mi mano. 
Al morir él, cosa que no supe hasta que me lo contasteis, no tuve más remedio que presentarme con una identidad falsa y llevaros de esa casa. 
La idea de traerte a este orfanato fue exclusivamente mía, pero la de tu hermano no. Tu padre de antemano quería que él ingresara en una Napola, que aprendiera y se entrenara de la mejor forma, pues creía en su hijo como si le fuera la vida en ello, siempre me decía lo orgulloso que estaba de él.-Unos silenciosos minutos arrastraron sus últimas palabras al fondo de mi cerebro.
-¿Peter sabe algo?
-Sí. Lo supo en el tren de camino aquí.
-Hizo muy mal al ocultarme esa información.-Acto seguido me pongo en pie y me doy la vuelta. Al subir las escaleras oigo los murmullos de Helen mezclados con la voz contundente de ese desconocido al que solía llamar Bertram.

-Quiero ir contigo.
-¿Qué?
-Que me iré contigo.
-¿Estás loca?
-Si no lo estoy ya, debe faltarme realmente poco.
-No puedes. No hay comida suficiente.-Añade, con suma indiferencia.
-No me importa pasar hambre.-Entonces deja por fin de leer el libro y me mira.
-¿Me vas a decir qué te ocurre?
-No quiero estar aquí, Bruno, no puedo respirar.-Noto que me turbo y los ojos se llenan de lágrimas. Odiosas lágrimas.
-Eh, eh, pero no llores, estúpida. Pensaba que eras una chica fuerte.
-Pensabas.-Entonces me abraza.
-No puedo dejar que te vengas conmigo. Puede pasar cualquier cosa.
-Te he dicho que me da igual todo.
-Hum...

Esa misma tarde hacemos todos los preparativos y nos disponemos a comenzar el protocolo que teníamos planeado. Mis nervios se agarran a mi estómago de una forma instintiva y desagradable. Echaré de menos a mi gato. Mi pequeño y rechonchote gato negro. 
Es apenas dos veces mi mano, pero es problemático de veras. No de una forma molesta, si no llevadera y agradable, como cuando araña un sofá o se esconde tras las cortinas. Quisiera ser un gato. Quisiera ser ese gato. 
Pero lo que yo quiero o quise jamás tuvo lugar en la compleja y llena pirámide de prioridades, deberes y obligaciones en la que me ví integrada cuando empecé a tener uso de razón.
 Pero hoy pienso tirarlo todo por la borda. Pienso girar la rueda del destino y barajar una nueva oportunidad que sólo el azar puede decidir. Y que nadie y nada pueda impedírmelo me hace sentir un ligero cosquilleo y una insaciable sed de libertad. 

En una bolsa pequeña guardo el medallón de mi madre, la esencia de canela que me regaló mi hermano y algunas pertenencias más. Las  justas para no olvidar qué bueno había en mi vida anterior, pero también para dejar margen y permitirme olvidar quién era antes.

Cuando están todos dormidos y el silencio domina la oscuridad, miro el reloj de la habitación, iluminado por un tenue rayo de luz de luna, dándole un aura de misterio inconfundible. Es la hora. Me levanto y agarro mi bolsa con sigilo. Atravieso la habitación a hurtadillas y contemplo a Dana unos instantes antes de girarme. También echaré a Astrid de menos...
Oigo tres golpe sordos abajo. Es Bruno, ya está esperando. Esa es la clave que acordamos para poder comunicarnos, de lo contrario nos oirían y todo se iría al garete.
Al bajar veo una sombra negra al fondo del pasillo.

-Vamos-Susurra.

Saldremos por la puerta de atrás que da al patio. Cuando saltamos la valla que rodea la parcela de césped, nos agazapamos tras un muro y nos aseguramos de que nadie está deambulando por las calles. 
Ninguno dice nada. Sólo nuestras respiraciones agitadas son las únicas que conversan entre sí, rítmicas y acompasadas. Tras cerciorarnos de que no hay personas por ahí fuera, nos ponemos en marcha. No será un camino fácil, tampoco tiene mucho sentido lo que estamos haciendo, pero no me importa en absoluto. Tratamos de ir disimuladamente y con sumo sigilo, por las zonas poco alumbradas. De aquí a las afueras de la ciudad queda un camino más o menos largo, desconocido por mi parte.
Andamos durante media hora a paso acelerado cuando me detengo en seco.
La bolsa pesa demasiado y no he dormido desde hace mucho. Necesito descansar unos minutos.
-¿Qué pasa?
-Déjame recuperar el aliento, Bruno...-Susurro, con la mano sobre mi corazón, que palpita violento.
Él también parece necesitar un respiro, porque se recuesta sobre la fachada de un edificio. 
Por un momento me permito fijarme en mi alrededor, cosa que no he podido hacer durante el trayecto.
La ligera bruma turba los sentidos, mas soy capaz de ver las farolas de las calles perpendiculares a esta. La humedad hace el ambiente hostil. Bueno, hostil no, quizás... ¿Ajeno? ¿Poco familiar?
No puedo pensar con claridad en estos momentos, con mi corazón aún palpitando fuerte y esa sensación de que nada va a volver a ser igual...
Bruno me hace entonces una seña para continuar la marcha y yo vuelvo la vista atrás para grabar en mi retina las últimas imágenes de Regensburg.

Perdí la noción del tiempo el resto de la noche. Mi cuerpo, abatido, lucha aún por seguirle el rastro al que a partir de ahora será mi compañero de huida. No sé cómo puede seguir el mismo paso que llevaba al salir del orfanato, quizás sea la esperanza lo que de ánimos. Sin embargo, será imposible encontrarlos, el bosque es enorme según he aprendido en la escuela, y es poco probable que aún sigan allí. Si huían de la Gestapo, más les vale correr hasta el mismísimo fin del mundo.

Ahora pasamos por unos campos de cultivo, unas praderas extensas pobladas de algunas casas dispersas, y al horizonte, un surco verde. Es el bosque.

-Descansaremos por aquí.
-¿Dónde? Esto es todo campo, no podemos acampar aquí ni de broma. Seguro que estas tierras son propiedad de alguien.-Digo, mirando mis zapatos. Casi todo lo de este mundo pertenece a alguien, y estoy convencida de que esto no es una excepción.
-No importa. Ahí hay un abedul, nos sentaremos y dormiremos un poco, ¿Vale?
Nos acercamos al sitio, y ambos comemos un poco. Es de madrugada y el ambiente ha cambiado radicalmente: el sol sale tiñendo el cielo de unos colores impresionantes, transformando mi inseguridad en tranquilidad, así que me recuesto y cierro los ojos. Nunca me había sentido tan liberada.

Cuando despierto ya es más de mediodía. Sus ojos azules estaban calvados en los míos antes de que me diera cuenta. Podría seguir perdiéndome en ese color un poco más, pero entonces gira la cabeza hacia el libro del niño judío.
Pasa su mano por la cubierta y se queda absorto contemplándola. Yo apenas muevo nada, y decido mirar otro azul distinto: el cielo.  Se extiende hasta los límites de mi alcance visual, compuesta por nubes. Es como un segundo gran océano, pero no tal y como lo conocemos, si no que contiene una diminuta cantidad de vapor de agua. El padre Patrick siempre me decía que ahí siempre estarían mis padres, mi tío. Mi hermano, probablemente no tarde, e igualmente opino sobre mí.

-Creo que deberíamos irnos, si alguien nos ve por aquí...
-Tienes razón, recoge tu bolsa, hoy al anochecer, si nos damos prisa, deberíamos estar allí.

Mis dudas acerca del plan de Bruno aumentan conforme las horas pasan. ¿Y si decide volver tras no encontrarles? ¿Tendré que acompañarle, o buscarme la vida, sola? Podría intentar llegar hasta mi hermano, pero de nada serviría...
Estoy sola en este mundo.
Sola.

Finalmente mi compañero de fuga rompe el duradero e incómodo silencio que nos atrapaba en una pompa.
-¿Me puedes decir por qué decidiste venir?-Su pregunta me produce un suspiro, aunque ni siquiera se vuelve a verme. Puesto que ya nada importa, me lanzo a contarle mis motivos.
-Me han traído aquí porque nadie puede cuidar de mí. Me arrastró aquí un hombre que me ha engañado y manipulado. Mi hermano, mi única familia, va a morir por culpa de mi padre. Yo no he entrado en sus planes, obviamente, pero siento como todo ha estado a merced de los deseos de un muerto. No podía seguir en esa atmósfera irrespirable, en donde me ahogaba con sólo ver amanecer...-Me detengo en seco y suspiro otra vez. Centro mi atención en el vacío. Inmenso.
-Entiendo...
-No. No lo entiendes. Nada.-Eso pareció irritarle.
-Sé lo que es perder a tu familia y sentirte solo. Sé lo que es vivir camuflado, por miedo a morir. Se lo que es ser un cobarde, y huir.
-Yo no estoy huyendo, si es eso lo que insinúas.
-¿De verdad? ¿Estás segura?-Entonces se pegó a mí. Me intimidaba. Bastante. 
-Que yo sepa los dos estamos haciendo el mismo viaje.-Le respondí con seriedad. Si me llamaba cobarde a mí, también él lo era.
-Pero con propósitos distintos. Yo estoy decidido a marchar con los míos, a luchar por mi patria y compensar todos estos años en la oscuridad. No me importa morir sabiendo que lo hice por un buen motivo. Tú, en cambio... Abandonas, olvidas a tu hermano, a tus amigos... No creo que la única familia que te queda sea tan poco importante para tí.
-¡Sí lo es!-Grito.-¡Pero no soporto la idea de volver a pasar los días con miedo a recibir una carta que notifique su muerte! Quiero apartarme de él sin aún saber qué ocurrirá.-Bruno se aparta de mí y continúa andando a paso más rápido que antes.

¿De verdad estoy abandonando?
Esa pregunta se queda sin responder, en el aire.
Pero tengo... tengo una sensación dentro de mí que me impulsa a seguir en esto, como si algo fuera a pasar y yo fuera la parte más importante del proceso. Es como si desde el momento en el que salí del orfanato y rompí las reglas, mi vida empezara.
¿Me voy porque no me queda nada? ¿Me voy por cobardía? ¿Me voy por destino?
Quizás no sea coincidencia el libro del judío y la verdad sobre mi destino a Regensburg. 
O sí. Nunca lo sabré, pero eso es lo que menos me importa ahora.

Llevamos ya dos horas mínimo entre árboles, que conforme andamos, aumenta su densidad y cantidad. El sonido de las aves, repetitivo, me taladra la cabeza, que está a punto de estallar.
Nos paramos a comer y la noche se hace presente.
Encontramos un riachuelo y recogemos algo de agua y ramas para encender un fuego. Yo no sé pero al parecer él sí. Con algo de paciencia obtenemos una fogata aceptable. El sueño aparece junto con una pregunta. “¿Y ahora qué?”
Me muero de frío a pesar del calor que ofrece el fuego, que me quita toda duda de mi cabeza. Sufro algún ligero temblor que Bruno percibe. Está con la espalda apoyada en un árbol de tronco grueso, mirándome fijamente y no con muy buena cara.
-¿Puedes dejar de mirarme así? Molesta.
-Qué humos.-Resopla.
-Basta. ¿Qué te pasa, maldita sea?
-Duerme.
-Tú no puedes mandarme.
-Es un consejo.
-¿Para qué? ¡Ya hemos llegado y ni siquiera sabemos dónde están! -Respondo, enfurecida.
Bruno aparta la vista con desdén. Y yo pensando que eramos amigos o algo así. Los párpados se me cierran y por fin dejo de tensarme.
A la mañana siguiente me levanto sola, no hay rastro de ese idiota por ninguna parte. A pesar de ello las cosas siguen ahí.
Rebusco entre las provisiones (Escasas, por cierto) y descubro con desagrado dos manzanas y algo de pan. En fin, tendré que aguantarme.
Cerré resignada la bolsa tras dejar los alimentos en su sitio.
Un tiempo después, Bruno aparece.
-Tengo un plan para localizarlos. He encontrado huellas recientes, de personas, más allá del lago.-Señala con su dedo índice al norte.-Eso significa que no andan muy lejos. Esta noche me subiré a un árbol alto e intentaré ver de dónde sale el humo de la fogata que hagan.
-¿Desde cuándo lees rastros?
-Es una larga historia, Diana. No quiero entrar en detalles, tenemos que estar muy atentos a partir de ahora, vamos a adentrarnos más en el bosque y encontrar ese árbol.

Y así lo hicimos. Sigo desconcertada, ya que Bruno parece haber olvidado todo lo referente a anoche, este chico es un misterio. Creo que esas falsas esperanzas tienen demasiado efecto en él. Este último día ha sido muy muy extraño, y rápido. Hemos andado muchísimo y no sé cómo sigo aún en pie. El tiempo pasa y el sol traza su camino diario lentamente y casi de forma imperceptible.
La tarde hace presencia en el bosque al fin. Nos hemos adentrado bastante y parece que hemos encontrado el árbol adecuado: es una haya enorme, grandiosa. Me recuerda a algún dibujo que Astrid tenía en su habitación. Me pregunto cómo se habrán tomado todos nuestra desaparición...

Como la oscuridad empezaba a invadirnos, intenté hacer un fuego sin éxito alguno. Bruno tuvo que ayudarme, de lo contrario moriríamos congelados en menos de dos minutos.
Comimos y nos relajamos un poco. Empezaba a dormirme cuando un ruido me devolvió a la realidad. Ese chico no está bien de la cabeza.
-Bruno, ¿por qué no avisas?
-Intentaba comprobar la resistencia de las ramas.-Dice, mientras se quita las hojas de su desmelenado pelo. Se veía favorecido. Pero sólo ligeramente.
-Deja de inventarte. Pareces estúpido subido al árbol, no creo que vayas a aguantar mucho la escalada.
-Podré perfectamente.-Responde, con un aire de superioridad que le pega demasiado.-Pero no estaría mal que me iluminaras un poco y te mantenieras cerca por si acaso.
-¿Por si acaso vuelves a caer?-Sonrío al ver su cara de enfado. Es muy gracioso verle así.
-Te recomiendo que mantengas tu sarcasmo escondido.-Tras ello me fulmina con la mirada e intenta volver a subirse.
Entonces rajo un trozo de tela de una de las mantas y la enredo en una rama que estaba en el suelo tirada. Tras prenderle fuego me acerco a la haya en la que Bruno ya ha escalado varios metros rápidamente.
El cielo está algo nublado, pero por fortuna unos tímidos rayos de luz nocturna se filtraban tras las frondosas ramas.
Pasaron unos minutos hasta que le perdí de vista. Las hojas tapaban la parte superior del árbol. Desconcertada ante la poca visibilidad, le llamo.
-¿Eh? ¿Dónde estás?
-¡Arriba Diana! Apenas me falta un poco para poder alzar la vista.-Grita. Oigo algún murmullo más, pero hay tanta distancia entre nosotros que me resulta difícil entenderle.
Miré la antorcha improvisada que había fabricado. ¿De qué me sirve ahora? La echo al fuego y observo las llamas ahogar el trozo de madera entre sus ardientes extensiones. Son hipnotizantes, destructivas, intimidantes. Parecen …

-¡Sí! ¡Les veo! ¡Ah!-De pronto sus gritos de alerta me sacan de mis pensamientos. Intento reaccionar.
-¿Cómo?-Me giro hacia el árbol y no puedo evitar reírme al ver a Bruno de nuevo tirado en el suelo. Se levanta enérgicamente y me mira con una expresión desbordante de felicidad:
-No están muy lejos, he visto una humareda y fuego, deben ser ellos Diana, ¡Les hemos encontrado!
Tenemos que seguir andando, en poco llegaremos a donde están, recojamos esto y...
-Espera... ¿Qué?
-Siguen ahí, Diana.-Le miro los ojos que destellan alegría. Contra todo pronóstico hemos dado con ellos, pero... ¿Seguro que son ellos?-¿Diana?
-¡Sí! Quiero decir... ¿De verdad ?-Acabo salir de mis pensamientos de nuevo. Esto no me suele ocurrir tan de continuo, será el sueño.
-Sí, ¿Quiénes van a ser si no?-Responde, mientras guarda las mantas y apaga el fuego, dejando un par de trozos de madera prendidos para iluminarnos durante el resto de la noche.
-¿Y cómo sabes que nos van a recibir?.-En ese instante se dirige a mí con una expresión seria.
-Desde hace mucho tiempo no creo que algo pueda salir bien. Ahora tengo ese presentimiento, y no pienso ignorarlo. Sé que piensas que es una tontería, pero admite que no tienes otra opción que venir conmigo. Pudiste echarte atrás antes, pero ahora te será imposible.-Como respuesta a su reflexión, agarro con fuerza mi bolsa y acto seguido comenzamos a andar de nuevo.
No sé cuánto tiempo estamos caminando, pues la luna sigue igual toda noche, blanca y redonda. No se mueve, sólo las ligeras nubes la tapan, movidas por el viento. Absorta en mi mente de nuevo, intento recapacitar acerca de lo que ocurrirá ahora. ¿Iremos a la Resistencia?
-¡Ah!
-¡Bruno!-Una sombra enorme se abalanza sobre él con un gruñido. ¿Qué ocurre? En mi mano tengo la bolsa y en la otra... la rama ardiendo. Me acerco a el animal que trata de morderle mientras su víctima lucha contra sus fauces. Trato de quemarle pero apenas se inmuta. ¿Qué puedo hacer? Al lado de un pino encuentro una piedra bastante grande. Podría partirle el cráneo con esto. La lanzo hacia su cabeza pero con el peso y los nervios sólo le golpea en los cuartos traseros. La bestia se gira y me observa con ojos de cazador. Me horrorizo al ver cómo la sangre brota del cuerpo de Bruno, no quiero que se muera, por favor...
Grito a más no poder mientras retrocedo a paso lento. El lobo no deja de acercarse, y no puedo hacer nada para impedirlo. Mis latidos aumentan tanto que me siento desfallecer, y entonces pierdo la consciencia.