Presentación

Bien, voy a empezar presentándome y a explicar el por qué de este blog.

Soy Claudia, 17 años, estudiante y aficionada a escribir en ratos libres. Me gusta escribir, pues siempre me ha ayudado a desarrollar mi imaginación, mi capacidad de redacción y en general, a crear sinopsis, entre otros. Llevo exclusivamente en esta novela cuatro años. He investigado todo lo que he podido (Y sigo en ello) acerca de la ambientación de la historia ya que es cien por cien real, exceptuando lo que es "la vida" de la protagonista, los personajes y sus vidas particulares. Al ser uno de los hechos históricos más relevantes del mundo, decidí ambientarme en esta época por la cantidad de mensajes que es capaz de transmitirnos. Me resulta interesante y a la vez, alentador.
Empecé con esto hace ya tiempo, como anteriormente he mencionado, pero sólo con un objetivo: el terapéutico. Me ayuda a evadirme ya que mi creatividad es un rasgo característico en mí. Era privado, sólo lo leía yo, hasta que no hace mucho, una amiga empezó a leerlo: llevaba sólo unas 20 páginas, pero le encantó. En busca de nuevas propuestas y opiniones fui pidiendo consejos e ideas a mis amigos y conocidos, que me ayudaron y recibieron con buena crítica la novela en proceso.
Como quiero seguir adelante con esto, necesito un apoyo más grande, es decir: lectores. Ahí es donde entráis vosotros. Espero que disfrutéis, gracias :)
Nota: Este es un borrador, así que habrán fallos de escritura y el texto está sin pulir así que espero que lo entendáis. Voy poco a poco reformando partes y corrigiendo pero es algo costoso y tardaré un tiempo en completarlo. Gracias por vuestra compresión!

domingo, 21 de septiembre de 2014

Desde cero



Capítulo 2
“Desde cero”
Los rayos de sol de la mañana me despiertan. Me asomo a la ventana. Cruzamos por un campo casi
desierto. La noche no la he pasado demasiado bien, pero al final acabé por vencer al insomnio de
una vez por todas. El vagón del tren es para nosotros solos, así que me dedico a curiosear por ahí
hasta que una camarera me pilla in fraganti.
-¿Desea algo?
-Si. ¿Dónde puedo desayunar?
-En el comedor. Está en el vagón 4.-Le hago un gesto de agradecimiento y se marcha.
Como he dormido en el asiento, y además, vestida, sólo me doy una ducha en el enano cuarto de
baño. La verdad esque me preguntaba cómo el agua corriente salía por ahí, pero descubrí un
depósito de nueve litros y otro medio lleno con agua sucia situados en un pequeño armario en la
pared.
Tras asearme y peinarme, salgo del vagón y recorro el tren.
Avanzo un par de vagones y llego a la sala que, supuestamente, es el comedor. Hay mucha gente en
las mesas y bancos, y consigo divisar a mi hermano y al señor que nos trajo hasta aquí. Cuando me
acerco a ellos, el hombre hace sentarme en una mesa donde están tres platos servidos. Nos
diponemos comer cuando empieza a hablarnos.
-Siento no haberme presentado antes, Diana. Soy Bayer, Bertram Bayer.-Dice, con una expresión
más simpática que la de ayer.-Ya queda menos, llegaremos a Regensburg en pocas horas.
-¿Regensburg? ¿Allí estaremos los dos?.-La expresión de Bertram y mi hermano se agrían.
-Verás...-Empieza Bertram, pero Peter le interrumpe.
-Déjemelo a mí...-Haciéndo un gesto leve.- Mira, sabes que no podemos estar en el orfanato juntos,
¿Verdad?-Dice, poniendo sus manos sobre la mesa. Asiento ligeramente, y me espero algo malo.-
Bueno, pues, yo iré... cómo lo digo... a un sitio similar, que, afortunadamente está a unas pocas
horas de Regensburg.
-¿Cómo que...? ¿Qué quieres decir?
-Lo que oyes. Pronto sabremos cada cuánto tiempo te podré visitar, pero estaremos hablando de una
vez al mes...
-¿Qué?
-Diana, eso no durará mucho tiempo. Lo sabes, ¿No?.-Pero no respondo. Entonces continúa:-Bueno,
Diana, me gustaría saber algo sobre tí. Anda, come un poco, estás pálida.
-Mi... ¿Mi historia?
-Exacto. Quiero conocer de antemano tu vida, en el orfanato me pedirán un expediente tuyo y datos
básicos.-Dice, vertiendo un poco de limonada en mi vaso.
-Bueno, pues... nací el 7 de Febrero de 1930, mi padre era piloto aéreo, miembro de la Luftwaffe y
falleció en una misión en el canal de la Mancha en la batalla contra los ingleses. Mi madre era
músico, brillante ante el piano y dotada de una preciosa voz. En cuanto a mi tío, era alcohólico, pero
tras la muerte de mi padre asumió que debía cuidarnos. Unos años más tarde, mi madre fue
contratada como músico en la orquesta Augsburg, pero cuando tomó el tren hacia la ciudad... -Me
detengo en seco. No puedo continuar. La lengua se me traba y la garganta seca como el desierto.
-El bombardeo en el Abril del 1942..-Completa mi hermano.
-Vaya... es, interesante, directa, muy directa y bien explícita. ¿Cómo subsististeis, Peter? Tanto
tiempo sin ayuda...
-Estuvimos solos. Durante el primer año desde la muerte de nuestro padre, conseguimos llevar una
buena vida debido a su pensión. Luego cuando nos quedamos sin el dinero y a pesar de que nuestro
tío encontró trabajo, no fue suficiente. Mi madre tuvo que subir los precios de sus clases, y aun así
llegábamos cortos. Mi hermana ni siquiera fue la escuela, aunque le enseñé lo básico.-Sé que lo
último que ha dicho es mentira. Fué el padre Patrick quién fue mi tutor desde que tenía Cinco años,
pero egurue lo hace para no nombrarlo. Cuanto menos sepa del padre Patrick, mejor.
-Diana, ¿Puedo hablar contigo a solas?-Pregunta Bertram. Yo asiento, y mi hermano capta la
indirecta, dejando su silla libre.
-Dígame.
-Mira esto. Échale un vistazo. ¿Ves algo raro?.-Dice, pasándome un papel. Lo reviso, el
documento está lleno de letras y números. El titular de la casa. Y a nombre de mi tío, Daniel Meyer.
Me hago la tonta y contesto:
-No, por mí todo está en orden.
-Pues no coincido contigo, niña.-Le miro con los ojos entrecerrados. Odio esa expresión.
-Observa: Daniel Meyer, desde el año 1937 hasta 1944. Daniel Meyer murió el año pasado. Con
esto te quiero decir que, Daniel Meyer está vivo, al menos para la ley. Su fallecimiento no está
registrado, es ilegal, ¿Sabes?.-Cojo el vaso de limonada y lo remuevo un poco antes de echarle un
trago.-Quiero que me hables de ello.
-No sé absolutamente nada, señor Bayer.-Una mirada acechadora se dirige hacia mí.
-Pues me da que tú sí lo sabes, es tu tío.
-Le digo que no. Sólo sé que estuvo en el hospital por un ataque y murió allí por falta de alcohol en
su cuerpo.
-Ya, ¿Y no sabes dónde está enterrado?-Mi cuerpo se endurece.-Tú tienes apariencia de chica lista,
deberías saberlo.
-¿Y por qué quiere saberlo usted?
-Es mi trabajo. ¿Acaso es el suyo no contestarme?
-Es que no le entiendo...
-Sólo le estoy haciendo una pregunta. Pero, si decide no responder, aténgase a sus consecuencias.-
Intento hacer un poco de teatro, para evitar que sospeche.
-Yo...-Entonces finjo temblores y bajo la voz.-Es muy duro para mí... yo...-Inmediatamente el señor
Bayer se levanta y le hace una seña a mi hermano para que venga, que nos observa desde lejos.
Odio hacerme la débil, pero, a veces, el que parece el más inofensivo puede ser el más peligroso.
Me ayudan a llegar a nuestro vagón y me siento en la primera silla que veo. Luego el señor Bayer se
marcha y nos quedamos solos en la estancia.
-¿Estás bien?
-Desde luego.
-Y entonces... ¿Por qué..?
-No sabia que contestarle.-Me levanto, me acerco a mi hermano y empiezo a decirle en voz baja:
Me preguntó sobre nuestro tío.-Su expresión se vuelve seria más aún.
-Hablaré con él.
-No pongas al padre Patrick en peligro, por favor.
-No puedo prometerte nada.
Entonces un hombre con uniforme y gorra azul oscuro abre la puerta.
-Siento la interrupción, pero tenemos que salir del tren. Todos.
-¿Por qué?-Pregunta mi hermano.
-Soldados.
Acto seguido salimos por la puerta, siguiendo al hombre de uniforme, seguro que trabaja en el tren,
pues la camarera antes iba con el mismo atuendo, aunque con falda y una camisa e vez de un mono,
como lleva él. Después de pasar por pasillos, estrechas habitaciones y atravesar puertas de metal,
llegamos al exterior.
El panorama es más o menos normal: Muchos pasajeros ya están fuera, y los empleados del tren
también, aunque unos soldados armados entran de uno en uno. La gente está un poco aturdida, y
nosotros intentamos encontrar al señor Bayer, a quien por fin encontramos sentado en un banco de
la estación de ferrocarril.
-¿Por qué lleva su maleta?
-Son mis papeles, niña. Debía enseñarselos al personal. Te veo como siempre. ¿Estás ya bien?
-Sí, el aire fresco me sienta de maravilla.
La verdad es que hace bastante frío, pero no tanto como en casa.
-Ya casi estamos. Sólo unos tres cuartos de hora más y llegaremos.-Entonces su mirada se centra en
mi cuello.
-Bonita cadena. ¿Puedo verla?
-Sí...-La verdad es que no quiero, pero no tengo otra opción. Se acerca y le dejo la reliquia en sus
manos.
-Plata de la buena, ¿Eh? Es muy antiguo, ya no hacen de estas cosas.-Pasa el dedo por el cierre y se
abre el medallón.-¿Quiénes son?
-A la derecha, mis padres. A la izquierda nosotros de pequeños.-Miro a mi hermano.
-¿Quién te la dio, Diana?
-Fue mamá... el día antes. Le dije que la echaría de menos y me la dió. Me dijo que era el regalo de
boda, que lo cuidara bien. No lo he vuelto a sacar de la caja desde entonces.
-¿Dónde la guardaste durante tanto tiempo...?
-En la buhardilla. La verdad es que pensaba que se iba a estropear por la humedad, pero el cartón la
supo proteger bien.
Nos callamos y esperamos a que nos dejen subir de nuevo. Tras unos diez minutos más nos
permiten volver, y, mientras mi hermano y el señor Bayer se van a dar un paseo por el tren, yo opto
por quedarme en la habitación. Ya casi es la hora de comer, pero no pienso presentarme en el
comedor ni en la cafetería.
El sonido del reloj me despierta. Ya son las 4. Casi al mismo tiempo entra mi hermano y coge un
par de cosas.
-Vamos, ya hemos llegado.-Me levanto automáticamente, aunque si por mi fuera, me ataría con
cadenas a la cama si fuera necesario. No quiero ir.
Cuando salimos, el señor Bayer nos espera junto a una farola de la estación. Está cruzado de brazos,
y lleva su típico maletín, de cuero y con un color oscuro, casi negro azabache.
Nos guía hasta llegar a la ciudad. Los rayos de sol del mediodía iluminan la magnífica catedral
gótica. Los niños juegan en la calle, y el tránsito de personas nada escaso. El orfanato se encuentra
cerca de la plaza mayor, así que no es muy difícil llegar a él. El edificio es enorme, con el jardín
más amplio que he visto nunca. Muchos niños corretean fuera, y el ambiente es agradable.
Mi corazón me late muy fuerte, y mi mano derecha está engarzada a la de mi hermano. Cuando el
señor Bayer llama al timbre, una mujer grande y ancha de espaldas nos abre las grandes puertas del
edificio.
-¡Bienvenidos a Regensburg!-Exclama con voz alegre, a pesar de que nuestras caras no expresan el
mismo entusiasmo. El señor Bayer la saluda, y, acto seguido se identifica.
-Soy el señor Bayer, y éstos, Diana y Peter Weiss. Diana se quedará aquí una temporada...
¿Verdad?-Le respondo con un leve asentimiento.
-¡Vamos! Alegrar esas caras, y pasad dentro, así os enseñaré las instalaciones y me contáis qué váis
a hacer.
Le hacemos caso a la simpática niñera y pasamos. La primera impresión de mi nuevo “hogar” (Si
así puede llamarse) es más o menos buena. El amplio pasillo lleva a la cocina, pasando por el salón
y un comedor tan grande como mi casa. Escaleras arriba están los dormitorios, los baños y una
pequeña biblioteca, que sinceramente, me impresiona. Este sitio ha conocido tiempos mejores. Todo
parece tranquilizador y neutral, como sacado de un cuento. Lo malo esque eso no existe, almenos en
el modo en el que yo miro al mundo. Todo lo bueno tiene algo malo.
Tras dar un tour por todo el orfanato, nos sentamos en la sala de visitas, y la niñera nos sirve un té
de canela.
-Bueno, contadme...
-Helen, estos chavales lo han pasado muy mal, ya le dejaré el expediente de la niña al marcharnos.
-¿Marcharos?
-Sí, yo me llevaré a Peter a una academia militar, un poco más al Norte.
-¡¿Qué?! ¡¿Qué significa esto?!-Grito. No me lo puedo creer.
-Calma, pequeña...-Intenta tranquilizarme Helen. Pero ni mil caricias ni palabras podrían conseguir
que me siente y cerrara la boca. La cara de mi hermano lo dice todo.
-Diana... Yo, lo siento mucho, pero es que... no quería que lo supieras antes de bajar del tren. Si no...
-¡No! ¡Una academia militar! ¿Estás loco? ¡Acabarás alistándote en el ejército!
-¡Escúchame!-Entonces me callo, y ahora me imagino a mi hermano en la guerra, en algún lugar de
Francia o Rusia, en un barco o submarino, quizás en un tanque, o en un avión bombardero. Pero
esté donde esté, se hunde, explota por los aires, o se estrella. Y yo me quedo sola.-Mira, es sólo una
academia militar. Quizás me llamen para la guerra, pero papá se alistó voluntariamente, y él tenía
mucha preparación. Nadie querrá a un simple soldado raso para una misión de vida o muerte.
¿Entiendes?
-Peter tiene razón, niña.-Añade el señor Bayer.-Pero yo le lanzo una mirada llena de odio. El señor
Bayer no sabe nada, por muy importante que se crea. Estoy demasiado dudosa como para llorar.
-¿Cuándo podrás visitarme? ¿Cuándo te acordarás de mí?-Susurro.
-Los fines de semana me dejan salir. Siempre cuando pueda pagarme un viaje en tren, vendré a
verte. Nos enviaremos cartas, lo prometo. Jamás te dejaré.-Me coge la mano, y yo sigo mirando al
suelo.-Todo va a salir bien.-Creo que no sabe bien cómo van a ir las cosas, o también es posible que
sólo quiera mentirme para tranquilizarme.
-Debemos irnos ya, Peter.-Interrumpe el señor Bayer, que mira el reloj tan exasperado como el
conejo del cuento de Alicia en El País de Las Maravillas.-Si queremos llegar por la tarde tendremos
que partir ya.
-Os acompañaré a la puerta.-Dice Helen. Y cuando se levantan, los sigo.
-¡Ah! Casi se me olvidaba... tome el expediente de Diana. Aquí figuran sus parientes y, en general,
todo lo que debe saber.
-No todo, señor Bayer.-Replica, mientras extiende la mano para recibir los documentos.- Hay cosas
que no están un simple papel, si tengo que saber algo importante, sólo me lo puede contar ella.-En
ese instante una cálida mirada se dirige a mí, como una taza de chocolate caliente junto a la
chimenea en una noche fría. Nadie ajeno al padre Patrick y a mi hermano me había tratado de esa
forma desde hace mucho. La miro, desconcierta, en busca de algún por qué.
-Bien, pues marchemos entonces.-Me acerco a mi hermano y le miro de la forma más lastimosa
posible. Entonces se agacha y me abraza. Ahora sé que no lo veré en un tiempo. Que, la única
persona que ha estado ahí desde siempre, se va, y me abandona. Le aprieto con fuerza y nos
separamos. Me besa en la mejilla y el señor Bayer abre una de las dos puertas que forman la gran
entrada del orfanato. Orfanato. Aún no me he acostumbrado a pronunciar la palabra. Helen se pone
a mi lado.
-Hasta pronto.
-Adiós.
Ni mi hermano ni yo intercambiamos un adiós ni un hasta pronto. Sabemos de sobra que no hará
falta.
Se dan la vuelta y veo como mi hermano se va, y lo contemplo, por última vez en bastante tiempo,
torcer la esquina.
-Vamos, te enseñaré la habitación.
Avanzamos por el pasillo y subimos las escaleras. En la primera planta están las habitaciones de las
chicas, más arriba aún, la de los chicos. Somos unos 33 en total, 15 chicas y 18 chicos. Mi
habitación está al fondo, y la comparto con otras siete chicas.
Las habitaciones se agrupan por edades. Hay pocos de mi edad. Los que más abundan son los
menores de 9 años, según me cuenta.
Son amplias, antiguas y las paredes se encuentran en no muy buen estado. La madera del suelo
chirria por cada paso que das, y tiene aspecto podrido. Las camas, de hierro sólido y oxidado, tienen
un ligero e incómodo colchón sobre los muelles, acompañado por una manta sobre él. Es constante
la precariedad, la falta de cuidado y el uso que se le da a todo, sacándole el provecho al máximo.
Esa es una de las costumbres que tenemos la gente pobre, nunca tiramos nada, porque, lo que
tenemos es, normalmente lo que encontrmos, y son restos. Dejo el equipaje en una cama libre, y
coloco la ropa en un armario. Mientras Helen me explica todo lo que debo saber sobre este sitio, yo
asiento y observo, y alguna vez pregunto, pero tampoco es que me fascine saber algo sobre este
lugar.
Mi falta de interés debe ser difícil de disimular, ya que Helen frunce el ceño un poco.
-Hija, deberías dejar de preocuparte, estás en buenas manos.
-Pero el no.
-Vamos, eso tú no lo sabes, anda, bajemos al patio y te presento a los demás.
Mi paciencia se agota por segundos y dejo que se autoconvenza. Avanzamos escaleras abajo y
atravesamos las estancias rápidamente. Salimos a un jardín en la parte trasera del edificio. Hay un
par de bancos y columpios en los que dos niños pequeños se están balanceando. Otros están
jugando a las canicas, o hablando.
-¡Chicos! Venid.-En ese instante todos se acercan.-Esta es Diana, es nueva aquí, así que tratarla
bien, ¿Eh?-Me siento muy observada e incómoda. Tantos ojos mirándome me hacen sentir fatal. Qué
vergüenza... Bueno, yo me voy a ayudar a Isabelle a hacer la cena.- Todos los demás se van y
vuelven a su actividad normal.
Busco un árbol y me siento apoyada en el tronco. Demasiado cambio. Ahora soy yo quien los
observa, por ejemplo, me fijo en un niña de unos doce años que está leyendo un libro. Es morena y
tiene la piel muy blanca, pero sus ojos son negros azabache. Es bajita y lleva una delgada trenza
atada con un lazo azul posada uno de sus hombros. No muy lejos de ella hay un niñito de unos
cuatro años jugando con una pelota de goma. Pero lo que más me llama la atención es el rosario que
lleva una de las niñeras del orfanato, que ha salido a pasear a un bebé en un cochambroso
carricoche. El padre Patrick siempre llevaba uno entrelazado en una de sus manos. Pronto le
escribiré alguna carta infromándole de mi estupendísimo nuevo hogar y la gran compañía que
tengo. Sí, quizá se lo crea después de todo.
Han pasado las horas y casi está servida la cena, así que bajo a la cocina y me encuentro a Helen
fregoteando y a unas muchachas calentando agua en la hornilla.
-Vaya, ¿Así que te gusta la puntualidad?-pregunta, al advertir de mi presencia.
-La verdad es que sólo estaba dando un paseo y no pude evitar entrar por el olor.
-Vamos, todos sabemos que esto no es cosa del otro mundo-y señala a la olla situada al lado suyo.-
Sólo son verduras hervidas en agua caliente y un poco de sal.
-Cualquier cosa me vale, Helen.
Ella parece haber entendido lo que en realidad pretendía decirle. Sabe que no me compadezco de mí
misma. Y por ello y algunas cosas más, me está empezando a caer bien.
-¿Tú eras...?-me giro al escuchar la débil pregunta y me encuentro con una chica escuálida y joven,
mayor que yo. Veinte años le echaría.
-Diana.
-Ah, sí, la de esta mañana. Bien, pues.. ¿Me ayudarías a llevar esto al comedor?- Acto seguido alza
los platos y cubiertos que sostiene.
-Claro. Es por el pasillo que lleva hacie el salón, ¿No?
-Voy yo contigo.
Después de colocar las cosas ya va apareciendo la gente. Uno de los chicos que se acercan, lleva
una guitarra en la mano y se sienta en una silla un poco apartada de las demás. Empieza a tocar
unos acordes sueltos, y todos nos acercamos a escucharle. Los acordes emopiezan a entrelazarse y
forman una canción. La conozco. Me es familiar.

“Si estás conmigo, hijo,
si no te separas de mi camino,
coge mi mano, fuerte,
olvida esos llantos,
imagina que son de alegría,
porque los soldados vuelven con sus familias.
No intentes renunciar a lo que quieres,
el más débil siempre pierde,
hijo mío, no te apartes de mi camino,
no me hagas velar día y noche por tu regreso,
que mis lágrimas llenarían mares y ríos,
de allí los sedientos beberían,
ay hijo mío.
¿Quién merecía esto?
¿Quién eligió por nosotros?
esas muertes nadie las compensa,
imagina que son truenos,
inocentes, obra de Dios,
no, por favor, no,
¿Qué madre desea, ver a su hijo bajo tierra?
Si estás conmigo, hijo,
si no te separas de mi camino,
coge mi mano, fuerte,
olvida esos llantos,
imagina que son de alegría,
porque los soldados vuelven con sus familias.
Aunque polvo comamos,
aunque lodo bebamos
tendré lo más valioso
ay, mi hijo.

Sin querer lo he vuelto a hacer. Justo como aquella vez. Unos me miran con ojos incrédulos, otros
con la típica mirada con la que contemplarías a una persona que acaba de hacer algún tabú. Apenas
he probado bocado, pero me levanto y me voy a paso ligero hasta mi cama. Me siento fatal.
Mientras me cambio, oigo como una lechuza se posa en la ventana.
-¿Qué miras?-Le digo. Y la echo de la repisa. Cuando me tiro en la cama, suspiro y dejo mis ojos
cerrase.
“Mañana será otro día”




















No hay comentarios: