Presentación

Bien, voy a empezar presentándome y a explicar el por qué de este blog.

Soy Claudia, 17 años, estudiante y aficionada a escribir en ratos libres. Me gusta escribir, pues siempre me ha ayudado a desarrollar mi imaginación, mi capacidad de redacción y en general, a crear sinopsis, entre otros. Llevo exclusivamente en esta novela cuatro años. He investigado todo lo que he podido (Y sigo en ello) acerca de la ambientación de la historia ya que es cien por cien real, exceptuando lo que es "la vida" de la protagonista, los personajes y sus vidas particulares. Al ser uno de los hechos históricos más relevantes del mundo, decidí ambientarme en esta época por la cantidad de mensajes que es capaz de transmitirnos. Me resulta interesante y a la vez, alentador.
Empecé con esto hace ya tiempo, como anteriormente he mencionado, pero sólo con un objetivo: el terapéutico. Me ayuda a evadirme ya que mi creatividad es un rasgo característico en mí. Era privado, sólo lo leía yo, hasta que no hace mucho, una amiga empezó a leerlo: llevaba sólo unas 20 páginas, pero le encantó. En busca de nuevas propuestas y opiniones fui pidiendo consejos e ideas a mis amigos y conocidos, que me ayudaron y recibieron con buena crítica la novela en proceso.
Como quiero seguir adelante con esto, necesito un apoyo más grande, es decir: lectores. Ahí es donde entráis vosotros. Espero que disfrutéis, gracias :)
Nota: Este es un borrador, así que habrán fallos de escritura y el texto está sin pulir así que espero que lo entendáis. Voy poco a poco reformando partes y corrigiendo pero es algo costoso y tardaré un tiempo en completarlo. Gracias por vuestra compresión!

domingo, 3 de agosto de 2014

Resistencia judía


Capítulo 6
“Resistencia judía”

A pesar de mi cambio de ánimo, la curiosidad que sentía por aquel escalofriante relato no salía de mi cabeza en ningún momento. Parecía querer quedarse ahí y volver a causarme más traumas, malas experiencias y problemas.
¿Quién era Chloris? ¿Qué fue de la nota?
Esas dos preguntas me acosaban día y noche. El colegio se me hacía pesado y tampoco tenía mucho más en lo que pensar. Y un día, Isabelle llegó de visita. Hacía un tiempo que no aparecía, algo normal pues acababa de casarse y tenían que buscar casa entre otros temas. Los niños estaban encantados de volver a verla; estaba cambiada, tenía la alegría escrita en su sonrisa y su forma de hablar, reír y andar se habían transformado; y tenía una noticia que darnos: esperaba un niño.
Helen no pudo evitar amargar ligeramente la cara mientras la felicitaba, a pesar de su carácter forjado con las palizas que la vida le había propiciado. Mientras todos estaban el el salón o en el patio bajo el sol del mes de Febrero, subí a los pisos superiores en busca del cuarto en el que Helen dormía.
“Debe tenerlo en alguna parte, esa carta no pudo acabar en la basura.” Eso es lo que me repito mientras busco a diestro y siniestro por la primera planta. Entonces me imagino a Helen realmente enfadada conmigo... ¿De verdad merece esto la pena?
A mano derecha encuentro un pequeño cuarto que jamás había visto antes. En una de las cuatro paredes se encuentra ese retrato en carboncillo que me resulta fugazmente familiar. Parecía una estancia espaciosa debido a la escasez de mobiliario, pero en realidad no era más grande que la mitad de mi habitación.
Al lado de la cama veo una mesilla, me acerco y empiezo a rebuscar los cajones, pero no encuentro gran cosa.
-Miaw.
Doy un salto bruscamente y me giro.
El muy idiota había entrado a echarse una siesta encima de la cama de Helen.
-Eres un gato demasiado listo.
Ella nunca le deja subirse a los asientos o a las camas, cosa que empezó a hacer cuando aprendió a dar saltos.-Yo también he aprovechado para saltarme las normas de la propiedad ajena, ¿Sabes? Pero, si te chivas, tú caerás conmigo. ¿Entendido?- le señalo con mi dedo índice.
-Se nota que ahora aprovechas cualquier circunstancia para hablar. Hasta con los gatos, ¿Eh?-Bruno y sus oportunas visitas. Me encanta. Uf...
-¿Puedes dejarme en paz ya? No es que me haga mucha gracia que aparezcas de esta forma.
-Oh, Diana, venga ya. Pensaba que te gustaba mi compañía.
-No me gusta ni tu compañía ni tus ironías, así que más te vale que te las lleves de la mano y s vayáis a pasear. Ah, y por cierto, que no se te olvide llevarte tu licor.
-¿No puedes hablar más alto?
-Aquí no hay nadie.
-Eso pensabas hasta que aparecí yo.-Por desgracia, tiene razón.- Y sería una pena que Helen te viera rebuscando entre sus cosas...
-Yo puedo hacerte quedar peor.
-¿Estás segura?-Y entonces alza un libro de cuero manchado en sangre.-Tus niveles de curiosidad alcanzan niveles peligrosos, pajarito.
-¿Cómo has podido? ¡No tienes derecho a cogerlo!
-Eso, eso, grita más. Tú tampoco tienes derecho a rebuscar entre las cosas privadas de Helen. Además, quiero que me expliques esto.-No tengo otra opción, así que decidí resumirle todo lo posible y evitar entrar en detalles. Le conté lo que ocurrió tras salir de la oficina de correos, el tiroteo, el libro extraviado y mi decisión de recogerlo del suelo. Le expliqué que al abrirlo, no pude entender la más mínima palabra, ya que estaba escrito en otro alfabeto. Él, bajo su mirada atenta, podía percibir mi nerviosismo, así que me llevó escaleras arriba, ignorando mis preguntas acerca de por qué nos íbamos.
Cuando llegamos a su habitación, tomamos asiento. Veo su gesto serio, algo que jamás había observado antes; y cuando parece que ninguno de los dos va a romper el contínuo silencio, Bruno toma la palabra.
-¿Tienes alguna idea de lo que es esto?
-No.
-Bueno, para empezar, esto está escrito en Yiddish.
-¿Eso qué es?
-Es un idioma de las comunidades judías.
-Ah, bueno, sabemos que su propietario lo era.
-Exacto. Su contenido se basa aparentemente en una especie de diario.
-¿Cómo lo sabes?
-Conozco la lengua de los askenazíes.
-¿Qué estás diciendo?
-Diana, yo soy judío.

En ese momento, el mundo se me vino encima. ¿Por qué me contaba semejante cosa? En clase nos dijeron que los judíos habían sido exiliados a los guetos, en las afueras, para protegernos. A pesar de ello, él seguía aquí. Esas cuatro palabras significaban “Diana, estoy con un pie bajo tierra.”
Él era como una bomba. Si alguien se enteraba de sus orígenes, todos seríamos llevados a un campo de concentración por aparar a un judío. En cualquier momento le pueden hacer estallar.

-Oh.-Es lo único que salió de mí. Él, sin embargo, no parecía sorprendido de nada.
-¿Y cómo es que estás aquí? ¿No viniste cuando eras pequeño, sigues acordándote?
-Las cosas por las que he pasado me hacen recordar día a día quién soy y en dónde estoy metido.
Nací en Polonia. Yo era hijo de un empresario de joyas, éramos una familia acomodada, no muy numerosa, y fiel a sus ideales, por encima de todo. Cuando nos trasladaron al gueto de Bełchatów
, jamás pudimos imaginar la cantidad de miseria y las pésimas condiciones a las que nos vimos sumidos durante dos años. Un día vinieron centenares de soldados. Empezaron a sacar a la gente de sus casas y a quemarlo todo. Mi padre y yo estábamos en un almacén, y cuando entraron los hombres armados salimos por una puerta trasera. Mi padre me llevó a la salida del gueto, y nos agazapamos tras un coche. Me agarró de la chaqueta y me arrancó la estrella de David amarilla que debíamos llevar siempre. Me despojó de ese icono que me delataba. Yo estaba nervioso, casi a punto de llorar, y entonces, me dijo:
“-La esperanza, hijo, está aquí.-Seguidamente indicó con su dedo índice su sien derecha.-Hemos sido perseguidos miles de años, hemos sido mártires, esclavos y tratados como inferiores. Prométeme que serás fuerte, pues la victoria es sólo para aquellos que creen en sí mismos. Prométeme que recordarás quien eres, estés donde estés. La guerra acabará algún día, y los aliados nos rescatarán. Sólo hay que esperar, Bruno Kramer. No hay tiempo, cuando yo salga ahí afuera, llamaré la atención de los soldados que están de guardia escaparás. ¿Ves ese hoyo en el suelo? Tú cabes ahí. Hay campo, pero . Se fuerte.”-Entonces dijo algo más en hebreo y salió afuera. Después no recuerdo mucho más, sólo que salté la valla y eché a correr. Esos gritos aún resuenan en mi memoria. Llegué hasta aquí buscando un sitio seguro, y sé que es lo más estúpido que podría hacer un judío, adentrarse en territorio alemán en vez de huir, pero no tenía familia y necesitaba camuflarme en algún lugar.

No tenía palabras para aquello.
-Por eso necesito que me lo dejes. ¿No lo entiendes, Diana? Son mi gente.
-De acuerdo, pero tú me traducirás lo que hay escrito ahí.-Y ambos nos estrechamos la mano.


Desde ese entonces, acordamos ir a la azotea del edificio con frecuencia. El libro era un diario, sí. Empezó a escribirse hace tres años, pero no era de ningún hombre adulto, si no de un niño aficionado a la escritura. La mayoría de cosas que escribía no tenían gran interés, al menos, para mí. Todo eran cosas cotidianas, por ejemplo que había discutido con su hermana, había perdido a su gato, o que la geografía era aburrida. Sin embargo, un día, algo cambió el valor del libro. Su contenido se había vuelto peligroso. Sobre todo, para Bruno. Necesito recordarlo una vez más:

Estábamos una tarde nublada y fría sentados en la húmeda madera del suelo. Mientras Bruno leía en un idioma que yo desconocía, le observaba. Su expresión era tranquila y entristecedora. Quizás para él fuera un alivio, un recuerdo de sus orígenes, un contacto con los suyos... Pero yo lo veía como si estuviese viendo un fantasma, algo que le da ilusiones, imposible de alcanzar. Las horas que pasábamos ahí arriba se me hacían eternas, apenas tenía interés por ese libro, pero Bruno se aferraba a él de una forma extraña. Mientras lo pensaba, algo se nos avecinaba sin saberlo.
Él dejó de mirar las hojas. Levantó la cabeza. Palideció. Cerró las tapas del libro y se quedó observando el vacío, con los ojos perdidos en alguna parte.

-¿Qué ocurre?-Pregunté. Pero no me escuchó y bajó las escaleras rápido. Dejó el libro en el suelo, él sabía que no podría enterarme de nada de lo que había sucedido. Pasaron unos cuantos días hasta que pude entenderlo. Una noche estaba presa del insomnio, cuando oí los pasos de alguien. No pude evitar asomarme, así que bajé las escaleras y descubrí a Bruno en la puerta.
-¿Se puede saber qué haces?-Se giró algo alarmado y se puso el abrigo.
-Debo de hacer una cosa.
-¡Bruno! Se que es algo del libro. Yo tengo derecho a saberlo, porque es mío.-Exhaló profundamente y me miró.-Mira, Diana... En el libro encontré algo realmente impactante.
-¿El qué?
-Será mejor que hablemos fuera.-Y así fue. Ambos salimos a la calle y nos quedamos pegados a la fachada del edificio. No había nadie por la calle, algún despistado y unos cuantos vagabundos, pero el aire frío dominaba el ambiente y hacía estremecer a cualquiera. Bruno parecía alarmado, miraba a todos lados, como si tuviera que estar pendiente de vigilar.
-¿Y bien?-Entonces se acercó a mí con ojos cautelosos. Sacó el libro y lo abrió por una página, se disponía a leerla:

“20 de Enero de 1944:
Hoy mi padre me mandó recoger mis cosas. Tenemos que huir del escondite. Las fuerzas alemanas registran cada rincón de las casas y nuestro sótano no aguantará mucho más las bombas. Yo sé que tendremos que viajar mucho; ayer escuché a mi padre decirle al Arn Hasman que está de acuerdo en dejar Praga y reunirse con “los otros”.

22 de Enero de 1944:
Hoy ponemos rumbo a Francia, Aaron está realmente emocionado con unirse a la resistencia, pero no entiendo por qué no podemos quedarnos al margen de todo esto; me parece estúpido. Encima tenemos que irnos hasta allá, y ¿A qué? ¿A arriesgar nuestras vidas? Mi madre me dijo que estaremos un tiempo en un bosque a un día de viaje desde aquí. Insiste en quedarnos para eliminar sospechas, tememos que la Gestapo capture a papá por lo que hizo.
Arn Hasman nunca me trae noticias, es un hombre de confianza para la familia, pero parece ser que no puede hacerme saber qué les pasó a mis amigos, estoy preocupado.

23 de Enero de 1944:
Acabamos de llegar. Apenas me queda tinta pero dentro de unos días alguien irá a comprar alimentos y suministros a la ciudad más cercana. Se supone que estamos esperando a unos conocidos de mi padre, no se mucho más. Aaron me dice que es para protegernos, que es por nuestro bien. Nos mantenemos a la espera.

25 de Enero de 1944:
Eban y yo iremos mañana a comprar comida, el bosque es realmente húmedo y necesitamos comida y mantas, pero en poca cantidad o llamaremos la atención. Me haré pasar por su hijo, espero que todo vaya bien.”

-Entonces ese hombre era... ¿Eban? ¿Y el niño?
-Seguramente pudo escapar.
-Sé quién los delató. Fué el panadero. Ví a un soldado darle la recompensa.
-El sabrá algo.
-No, Bruno, sospecharían.
-Diana, debo ir. La resistencia me espera.
-¿Estás loco? ¿Qué te hace pensar que están allí aún?
-No lo sé, pero no pierdo nada. Estoy a menos de un día de camino si me doy prisa.
-Bruno, no...
-¿No lo entiendes? No puedo quedarme de brazos cruzados, quiero honrar Israel.
-Entonces iré contigo.